La búsqueda del bien y la verdad son anhelos altamente apreciados entre los humanos, pero, al mismo tiempo, resulta difícil tener una clara comprensión al referir estas aspiraciones tan amplias y difíciles de definir.
Una primera dificultad en su comprensión radica en que el bien y la verdad son nociones abstractas, ideas que no tienen un referente material que los represente y, en segundo lugar, además de ser nociones que no tienen un referente en el ambiente, carecen de las cualidades de otras realidades ideales como los números que, esos sí, pueden apoyarnos en la comprensión y representación de propiedades de la realidad material.
En función de lo anterior es que surge una interrogante que mantiene en vilo a la reflexión filosófica desde sus primeras aproximaciones: ¿a qué nos referimos cuando decimos que queremos el bien y la verdad?
Aunque la comprensión de dichas nociones resulta compleja, tal vez aproximándonos a una definición o analizándolas en su uso podríamos darle sentido a las frases en que tienen presencia. En otras palabras: si el bien y la verdad son nociones problemáticas, carentes de un referente en la realidad y difíciles de representar, a pesar de ello se usan y parece que nos entendemos en frases tales como: “Juan me dijo la verdad”, “María es una buena persona”, “Vamos a encontrar la verdad”, o “El descanso te va a sentar bien”.
En lo que se refiere a la aspiración por la verdad, lo que parece que deseamos es que lo que creemos acerca de una cosa o situación logre ser compatible con la cosa o situación representada. En este sentido nos ponemos ante dos fenómenos distintos —creencias y realidades tangibles— de los que esperamos compatibilidad. Así, cuando un amigo nos dice “Yo llevaré el hielo a la reunión”, estaríamos en condiciones de admitir que dijo la verdad si nuestro amigo llega a la fiesta con los hielos. En situaciones como la descrita, la verdad, al parecer, nos reporta un beneficio en tanto que refuerza la confianza en el amigo y evitamos decepcionar a los comensales por falta de hielo en nuestra reunión.
Ahora bien, supongamos que nuestro amigo llega a la reunión con las manos vacías y, al reclamarle por haber faltado a su compromiso, esgrime algunas de las siguientes escusas: “Las tiendas estaban cerradas”, “Dejé mi cartera en la casa”, o “Lo olvidé”; ante tales situaciones podría generarse la reacción contraria: que pierda un poco la confianza en mi amigo o que la reunión se realice con carencia de hielo. En situaciones como la descrita parece establecerse una correspondencia entre lo que asimilamos como verdad y el supuesto bien que reporte el saber que la reunión tendrá los implementos para llevarse a cabo, así como el reforzamiento o disminución de la confianza en el amigo.
Consideremos una tercera situación: el amigo llega a la reunión con una barra de hielo y lo que esperábamos era una bolsa de cubos de hielo. En tal situación, al parecer, las representaciones que nos hacíamos de la realidad son distintas y lo que parece que satisface plenamente la verdad para uno, para los otros sólo la satisface parcialmente; en tal caso la idea de “hielo para fiesta”, no parece ser la misma; en otras palabras, lo que la idea de “hielo para fiesta” representa para algunos para otros puede ser algo distinto.
En lo que se refiere al bien, las incertidumbres no son menores: nos referimos a dicha noción en general cuando nos sentimos satisfechos con lo que tenemos o cuando alguien realiza conductas dignas de encomio. En tales casos supondríamos que está muy bien confiar en un amigo que cumple sus promesas o está muy bien estar en una reunión en donde no falta nada de lo que esperábamos.
Volviendo a nuestra reunión imaginaria, supongamos que el amigo de los hielos, al cumplir su promesa se siente incómodo porque realiza un gasto que no tenía previsto. En tal caso lo que reporta una situación asimilada como buena para unos, puede generar una idea diferente en el otro. O, si el hielo provoca malestar en la garganta de algunos de los invitados, entonces lo que considerábamos un bien, se manifiesta como un daño. En otras palabras, la idea del bien llega a ser distinta entre las personas y un conjunto de situaciones que consideramos importantes para generar el bien pueden provocar un efecto contrario.
De lo dicho, en una apresurada aproximación, parece inferirse que, a pesar de lo abstracto de las nociones analizadas, sí sería posible lograr acuerdos mínimos cuando las referimos; en situaciones especiales parece haber una concordancia entre el bien y la verdad; la manera en que nos representamos los objetos puede ser distinta y, cuando nos referimos a algo como bueno o verdadero, podemos estar equivocados.
A pesar de los retos que presentan las nociones analizadas, éstas siguen siendo aspiraciones humanas y de ello dan cuenta las ciencias y la filosofía que en sus derroteros están, y seguramente estarán, vigentes mientras exista humanidad.