La deformidad del hombre no se quedó en su versión primera, en aquellos estadios que tuvo el primate antes de caminar completamente erecto. Luego de miles de años, intentamos disfrazar las desproporciones e irregularidades que siguen definiendo esto que somos. Para Luis Enrique Gutiérrez Ortiz Monasterio (Legom), en su obra De bestias, criaturas y perras, la evolución es sólo un artificio caído. La estructura que nos da la cultura no soportó el peso de quienes aún hoy se mueven torpemente mientras esconden sus mandíbulas sin mentón y extremidades tan cortas como sus ideas y su lenguaje. Dos personajes en una habitación derruida, una bestia y una perra comparten la cueva. Ambos, llenos de terror, cuidan el fuego de sí mismos y también de quienes no pertenecen a su mínimo clan: una sociedad de espanto que se completa con una criatura babeante.
Inverso y A la Deriva Teatro unen esfuerzos y presentan De bestias criaturas y perras. Bajo la dirección de Fausto Ramírez, Gabriela Escatell y Manuel Parra dan vida a dos criaturas incompletas que estúpidamente se acicalan mientras nos regresa la imagen de lo que seguimos siendo. La civilización es una utopía, las luces de la ilustración nunca alumbraron nuestras mentes.
Condición mamífera
“Hay que hacer cosas importantes”, se repiten los personajes. Pero qué es importante para quienes no han abandonado los límites que da la condición mamífera. Esa que define metas tan primarias como alimentarse, reproducirse, guarecerse del frío y de los depredadores que son de la misma especie. La obra elimina todo doblez fabricado socialmente. Ahí está en su cuarto arrendado un incompleto que juega al trueque con una hembra que va y viene. A ella le permite entrar y gozar de su limitada protección, intercambian favores tan básicos como los monos que se espulgan. No lo saben porque ellos sólo hacen “cosas importantes”. Uno de los primeros golpes que suelta la historia es que trata de una pareja en el hoy, en el que también es nuestro tiempo.
La bestia es un hombre con la solidez que da un trabajo probable. Él sabe que en realidad su poder es el que da su semilla, ofrecerla, negarla o desperdiciarla son las opciones de entre las que decide. Ahí, con él, también está el fuego, el alimento. Ella, la perra, merodea, provoca, busca gustar y tener algo que ofrecer en el intercambio. Sale cuando la echan, entonces negocia afuera, recolecta para luego volver, intentar entrar en la cueva. Se lleva a su cría, al que la bestia llama “anormal”, “producto”. LEGOM reduce al mínimo los elementos estructurales con que la sociedad se explica a sí misma. Esa cosa que llaman familia y que incluye al menos uno de esos pedazos o criaturas.
Veronese como intermediario
Las rupturas a la convención que supone la dramaturgia de LEGOM son muchas. El autor presenta una serie de procedimientos y conexiones en un código que sólo le es propio a él, a su pluma. El asalto a lo políticamente correcto tiene poco que ver con las palabras soeces que constantemente aparecen, sí con la forma en la que se comunican sus personajes, la manera en la que establecen los temas y asuntos a discutir, aquello que a ellos, aparentemente sólo a ellos, les resulta importante. Así, LEGOM consigue la ridiculización del hombre contemporáneo, ese quien reduce notablemente su estatura al aceptar como destino las convenciones sociales. Sufre siempre y no se da cuenta por qué, por ello tampoco intenta escapar, cree, como el miope, que el puerto seguro es lo inmediato, aquello que puede verse porque cabe en una casa de interés social.
Fausto Ramírez se aleja de los tonos cómicos con los que se suele representar a LEGOM y decide por el hiperrealismo. La dirección también toma distancia de la convención teatral a través de recuperar el modelo del creador argentino Daniel Veronese, quien a finales del año pasado presentara en nuestra ciudad Mujeres soñaron caballos. Las relaciones entre el director, la dramaturgia, el actor y los espectadores cambian su lugar en el tablero para posibilitar significados nuevos. Este teatro no se hace en un escenario, tampoco el público está en una butaca. No hay seguidores, ni responsables de la musicalización. Ningún vestuarista firma lo que usan los actores. Un catre, una silla, una bombilla y algunas luces de pequeños cañones son todos los elementos que acompañan a Escatell y a Parra quienes se desempeñan de manera notable en un naturalismo acrecentado por el discurso legomiano. Por ello hay que estar cerca, así, al alcance de la mano, los ojos y la respiración de los actores. Por eso nuestro reflejo llega rápido a la cabeza con el reducido tamaño de nuestras aspiraciones. El otro/actor, en quien me veo, elimina todos los ornamentos que ha insistido la historia y la cultura en colocarnos. De bestias, criaturas y perras, la obra que muchos insisten en llamar “comedia romántica”, con Veronese como intermediario, deja caer sus decorados para descubrir la historia de sobrevivencia de dos o quizá tres homínidos.
De bestias, criaturas y perras, se presentará los viernes y sábados del 5 al 28 de marzo, a las 20:30 horas en Casa Inverso Teatro, ubicada en Santa Mónica 256. Los boletos tienen un costo de 100 pesos, entrada general y 60 pesos estudiantes, profesores y personas de la tercera edad al presentar credencial vigente.