Calidad de vida desde la alimentación

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    Mayor preocupación por la alimentación y el aspecto físico por parte de los niños, es lo que refleja un estudio realizado a 650 estudiantes de primaria y secundaria de entre 10 y 15 años en Ciudad Guzmán.

    El trabajo titulado análisis de la calidad de vida de niños de dos niveles socioeconómicos y sus diferencias según peso corporal y conductas alimenticias de “riesgo”, realizado por la investigadora Karina Franco Paredes, en colaboración con Felipe de Jesús Díaz Reséndiz y Carlos Hidalgo Rasmussen, del Centro Universitario del Sur (CUSur), revela que esta preocupación los puede llevar a prácticas que no son las más adecuadas para lograr el objetivo.

     “Se preocupan por la comida, porque quieren bajar de peso, pero llevando a cabo conductas que no tienen que ver con una alimentación saludable, sino con una preocupación, en tener miedo a aumentar de peso, quieren estar cada vez más delgados y esto los lleva hacer ayunos prolongados y omitir alimentos que son necesarios para el crecimiento”.

    Señaló que esta conducta se puede atribuir a diferentes variables, pero una importante es el contexto. “Estamos más vulnerables a la publicidad en la que se promueven cuerpos delgados como un modelo de belleza, y para poder lograr estos ideales encuentran que tienen que modificar su alimentación”.

    Precisó que estudios anteriores han demostrado que los niños con sobrepeso tienen 1.3 veces más probabilidades de presentar conductas alimentarias de riesgo.

    “Los adolescentes están preocupados por su peso, están motivados para adelgazar, preocupados por la comida, pero esto puede ser en el corto o mediano plazo detonante de otros trastornos. La preocupación por la comida no sólo está vinculada con el deterioro de la calidad de vida, sino también con psicopatologías como trastorno de la conducta alimentaria, y una variable importante de consumo es cómo perciben los adolescentes los alimentos”.

    Las conductas más comunes que se presentan entre este sector de la población son anorexia nerviosa y bulimia nerviosa, por lo que es necesario promover políticas públicas basadas en evidencias y documentar lo que funciona en programas de prevención para que puedan tener mayor efectividad desde las políticas y sistemas de salud.

     “Es necesario atender esto. En el país ya hay algunos programas que se están probando a nivel de investigación para ver qué tan efectivos pueden ser y esta investigación aporta otros elementos que podrían considerarse para que estos programas estén completos”.

    La académica dijo que la investigación forma parte del Cuerpo académico Comportamiento salud y calidad de vida, y su objetivo principal fue identificar las variables que ayuden a comprender la calidad de vida de los niños.

    “Los estudiantes contestaron una serie de instrumentos que son utilizados para medir variables como calidad de vida, conductas y actitudes alimentarias de riesgo, percepción y frecuencia de consumo de alimentos. Fueron medidos y pesados para calcular índice de masa corporal y hubo una variable para ver la cantidad de actividad física que realizaban, además de que se registró el nivel socioeconómico”.

     A raíz de estos resultados se pudo comprobar que en la calidad de vida están interviniendo factores no soló biológicos, sino psicológicos, y es importante que los profesionales del área de la salud que estén enfocados al desarrollo de programas de intervención puedan considerar estas variables para proponer programas más efectivos.

    “La idea es pensar en estrategias de intervención creadas desde la investigación, que demuestren su efectividad para que tengan mayor impacto”, concluyó.

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