La verdad ha sido secuestrada por diversas ideologías, que florecieran desde el siglo XVI y con crecimiento exponencial a partir de la Revolución francesa, encontrando su culmen en la actualidad. El deliberado y sistemático deseo de proponer que la ciencia puede estar cualificada para dar las respuestas últimas, genera el problema de crear una “Ética Científica” para fundamentar todos los cuestionamientos y soluciones de la vida humana.
El extremo actual del justificar el bien o el mal con datos y/o argumentos científicos o pseudocientíficos extraídos de artículos en revistas indexadas revisadas por pares, nos permite afirmar que la ciencia por sí misma carece de ética. Por tanto, cualquier persona que atente en contra de esta nueva tiranía, será juzgada por el status quo por no adherirse a lo políticamente correcto.
La ciencia no puede fundamentar una ética, para fundamentarla es necesario hacerse preguntas que no pueden ser respondidas desde el ángulo científico, debido a que esas cuestiones son propias del bien último. De esto se deriva que estas ideologías tomen a la ciencia en temas controvertidos y la usen para imponer una falsa ética.