Recuerdo que hace casi 10 años, cuando estaba en primaria, el calentamiento global estaba en boca de todos. Se decía que era un problema mundial, y que de no afrontarse con presteza causaría toda clase de catástrofes. Lamentablemente, durante ese tiempo a nadie le importó que el mundo se sumiera en una densa nube gris de hidrocarburos, corrupción y codicia.
Crecí viendo cómo las fábricas aumentaban sus producciones, el tránsito en las ciudades se volvía caótico, y las asambleas que “trataban” de generar un cambio, nunca conseguían lograr acuerdos.
Afortunadamente, el pasado 20 abril, una noticia surgió por parte del Senado de la República, y creo que toda la nación y el mundo en general deberían congratularse ante acciones de esta estirpe. La Ley general de cambio climático es una realidad.
Medidas que consideran reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en plazos concisos y reemplazarlas por energías alternativas representan el incipiente camino hacia un nuevo modelo de nación. Un México capaz de tomar decisiones de alto nivel y que nos pone a la par de Reino Unido, como pioneros en esta materia. Enhorabuena.