El sábado 25 de agosto, la ciudad se vio sorprendida por una serie de acontecimientos violentos que sembraron pánico en lo más profundo de la sociedad tapatía, dejando despejadas (si alguien aún tuviera) las dudas de si existe una fuerte presencia de células criminales asentadas en la entidad.
Increíblemente sorprende más, con cuanta firmeza el crimen organizádo, demostrándolo con hechos, rinde un digno homenaje a su denominación, léase, delincuencia organizada.
Resulta impresionante la rapidez, la comunicación, la logística, la planeación, la táctica, vamos, la organización con la que estas células operan y resulta desesperante cómo las autoridades, a cinco horas del reporte del primer bloqueo, aún no podían dar un informe, que no detallado, sino suficientemente informativo, de por lo menos la geografía incendiaria.
Es en estos desafortunadísimos hechos cuando se desnuda la verdad y se evidencia la falta de organización y cooperación, sobre todo la tardía reacción e intercambio de información entre dependencias de seguridad de los tres niveles de gobierno.
Después de esto, el compromiso debe ser mejorar secretarías, ya que el trabajo será difícil combatiendo con desorden a la delincuencia organizada.