El campo mexicano sigue vivo gracias a los hombres y a las mujeres que lo habitan y hacen producir. Quienes sobreviven y compiten con desventaja en relación con economías como la de Canadá y los Estados Unidos.
Debido al TLC los campesinos mexicanos tienen que trabajar el doble porque los precios de sus productos son muy bajos, mientras que los insumos que el productor agrícola necesita para producir son demasiado elevados, entre ellos los fumigantes, diesel y fertilizantes. Ninguno de ellos los fabrica México, todos son importados. Además, los subsidios no son aplicados adecuadamente ya que caen en manos de acaparadores, grandes productores, e incluso en manos de los funcionarios corruptos que laboran en las secretarias del gobierno. ¿Qué le queda al pequeño productor sin mencionar además que los subsidios que se otorgan son demasiado bajos?
Pero irónico de todo esto es que el campesino vende sus productos por debajo de su costo para que los compradores los revendan hasta tres veces más caro de lo que lo compró, siendo los únicos perjudicados los consumidores debido a que el gobierno a perdido el control en los precios.