Hoy he visto la miseria humana, la mezquindad de las personas: a las 11 am estaba esperando el 633, enfrente del Santuario, cuando un señor me preguntó cuánto tiempo se hacía a Tonalá. Me dijo que estaba esperando a un muchacho desde las 5:30 am, que venía de allá. Yo le contesté que a lo mucho una hora.
¿Cuál era el motivo de su espera? Él es de Tomatlán y vino a Guadalajara a recoger el cadáver de su hija, la cual murió porque un desgraciado la asaltó y la hirió con un picahielos; le perforó un pulmón y un riñón.
El señor esperaba al muchacho porque éste era amigo de su hija y le iba a dar 42 pesos para un papel que faltaba de pagar para que se la entregaran, ya que tenían a la joven en el Semefo.
El señor, desesperado por no tenerlos, le pidió a una señora, pero el esposo de ésta le aconsejó: “Tú no te metas, que no es tu asunto”.
Yo me sentí muy mal al no poderlo ayudar, pues sólo traía dos transvales y mis llaves, y también por el poco corazón que tuvo el “amigo” de su hija, al jugar con el dolor ajeno, ya que nunca llegó.
Sólo así podemos darnos cuenta de la maldad y egoísmo de la humanidad y de que en esta vida los amigos se cuentan con los dedos de una sola mano.