El imperio de la sinrazón

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…mis acusadores, como son temibles y agiles, han sido alcanzados por la más rápida, la maldad. Ahora yo voy a salir de aquí condenado a muerte por vosotros, y estos, condenados por la verdad, culpables de perversidad e injusticia.

Platón. Apología de Sócrates

Parece evidente que secuestrar a un infante es un acto que genera un dolor profundo a sus padres, resulta intolerable para la sociedad y amerita castigos severos para los delincuentes. El sentimiento de cólera ante el rapto de infantes fue experimentado por un amplio grupo de vecinos en un municipio poblano durante el pasado mes de agosto, cuando el rumor de que dos hombres, que habían sido encarcelados por la policía municipal, se dedicaban a robar niños. Un pequeño grupo de azuzadores persuadió a la población de que en la cárcel se encontraban dos “roba chicos”, que la policía podría dejarlos libres y que era necesario castigar a los supuestos malhechores. Se sonaron las campanas de la iglesia, se utilizaron altavoces y, como hilo de pólvora, se generalizó el convencimiento de que el pueblo tenía que hacer “justicia”. Con barras, palas y mucha furia un amplio grupo de pobladores irrumpió en la cárcel municipal, sustrajo a los acusados, los torturaron y finalmente los quemaron vivos… Pocas horas después se constató que los “ajusticiados” no eran secuestradores de niños y estaban presos por una falta administrativa.

Los diarios afirman que una mujer y un hombre pregonaban la inocencia de los torturados; supongo que los ahora muertos también habrían tratado de alegar su inocencia, pero la palabra había ya perdido su efecto para el entendimiento y las emociones usurparon su lugar. Este es el imperio de la sinrazón.

La razón y las emociones se nos presentan como realidades antagónicas, pero esto no es del todo cierto. La prosecución de un fin jurídico, científico, político, artístico o económico tiene su origen en el deseo o la pasión por alcanzar la meta propuesta. El objetivo de un emprendimiento se verá frustrado cuando la motivación disminuye o se apaga. Pero, por otra parte, si la meta propuesta sólo es conducida por la carga emocional también es altamente probable el fracaso. Los pobladores del municipio poblano se encontraban altamente motivados por tener “justicia” y desterrar de su mundo a los secuestradores de infantes. Pero la pura motivación emocional derivó en el incumplimiento de sus propósitos y en una injusticia mayor.

Un lógico o un matemático también se ven motivados por encontrar respuestas a los problemas que se plantean, pero saben que la pura motivación no es un camino confiable. Las grandes metas de la humanidad tienen que ver con el bien, la verdad o la belleza, son loables y eminentemente emocionales, pero, para alcanzarlas en sus manifestaciones específicas, se hace indispensable el recurso de la inteligencia ordenada. El artista relega a la pasión cuando discrimina y elige el color, la palabra o el sonido que mejor responde a la experiencia estética esperada; el científico o el filósofo aíslan sus motivaciones cuando observan, calculan, reflexionan o analizan y, supongo que el buen ciudadano o el funcionario, en su  búsqueda del bien la justicia o la paz, tendrían que valorar las circunstancias, la diversidad de argumentos y refugiarse en una racionalidad holística  para así lograr el cumplimiento de sus metas y evitar tragedias que deriven en fines contrarios, como el linchamiento colectivo.

Históricamente la escuela se ha consolidado como el espacio en donde la motivación de nuestras pasiones toma un cauce ordenado siendo guiada por el recurso de la razón y la palabra. Es por lo anterior que a los universitarios nos frustra y enfurece darnos cuenta que el afán de prestigio deriva en la realización de plagios, que la ambición de poder se manifiesta en acoso, intimidación o la violencia. Por ello los universitarios reprueban la existencia de grupos violentos que, para lograr sus metas, agreden, humillan, destruyen o vandalizan.  Pero sería aún más lamentable que las desagradables emociones que detonan las actitudes delictivas dieran paso a respuestas en el mismo tenor y que, el efecto del municipio poblano, se reprodujera en el claustro universitario.

Las grandes manifestaciones de la razón que ordena las pasiones se recrean y reproducen en las universidades generando impresionantes manifestaciones tecnológicas, científicas, artísticas y sociales. Los grandes acicates de la humanidad: bien, verdad y belleza son procurados sin descanso en las universidades y entre los universitarios. Pero si algún día el imperio de la sinrazón se adueña de los espacios educativos ese mismo día la universidad arruina la razón de su existencia y cava su tumba.

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