…no sería más constructivo si en esta reunión
nos preocupáramos por no olvidar al feto y en mi
Parlamento no olvidáramos a la mujer.
(Opinión de parlamentaria chilena
en reunión latinoamericana
entre diversos profesionales
que analizaban el aborto)
Los enfoques sobre el aborto dividen a la sociedad entre buenos y malos, racionales e irracionales, carentes de sentimientos o entre justos e injustos. En las últimas semanas se fragmentó gran parte de la sociedad latinoamericana en torno a este tema porque, en Argentina, la propuesta de una legislación que buscaba despenalizar el aborto fue rechazada por una mínima mayoría en el Congreso. Además del debate legislativo, las calles porteñas se llenaron de grupos antagónicos que coreaban sus consignas y, en algunos casos, la euforia fue de tal magnitud que provocó ofensas y agresiones. Pero ¿cuál es la posición correcta?, o ¿en cuál postura radican las mejores razones?
Suponer que lo más correcto y racional fue la votación del Senado, porque así lo decidió la mayoría, es incurrir en un error de razonamiento, ya que las mayorías también se equivocan; hay legislaciones en otras naciones que por mayoría han despenalizado el aborto y las leyes no son eternas. En un sentido similar, suponer que la razón se encuentra del lado de quienes reúnen a más manifestantes y elevan las consignas más impresionantes, tampoco nos proporciona un criterio para suponer la pertinencia de la decisión; también las multitudes llegan a promover causas contrarias a la justicia y el orden social. A pesar de lo anterior e independientemente del sentido de la decisión, los debates generados en la sociedad, los medios de comunicación y los órganos legislativos contribuyeron a la generación de razones diversas y permitieron vislumbrar la complejidad de postular un punto de vista definitivo sobre el aborto. La votación se dividió entre quienes se oponían a la despenalización, quienes la promovían y los que se abstuvieron de emitir un sufragio. Si bien la abstención puede ser una posición representativa de la confusión e incertidumbre, en los temas que se ve comprometida la salud física, social y emocional, lo más prudente no parece ser postergar las decisiones ya que es un hecho que los abortos se realizan y los ciudadanos requieren certezas y seguridad para tomar sus decisiones.
Posicionarse frente al aborto es complicado porque implica un conjunto de saberes, creencias y valores que, al interactuar, generan conflictos irresolubles. Tan es así que las posiciones protagónicas apelaron a la biología, a la ley, a los problemas sociales, a la ética y hasta a sus doctrinas religiosas. Si una convicción común es que debiéramos procurar bienestar de la sociedad y de los ciudadanos que la componen, entonces no podemos hacer oídos sordos a la pluralidad de voces implicadas. A la sociedad mexicana el debate no le es ajeno, también es un asunto que divide a nuestra sociedad y lo menos recomendable sería evadirlo. Pero la mesa ya está servida y algunos Estados han adoptado normas en sentidos contrarios. Estamos en un buen momento para fundamentar nuestras creencias y, en la medida de lo posible, buscar consensos.
Buscar consensos implica alcanzar acuerdos para decidir en contextos jurídicos, políticos, familiares o médicos, ponderando las razones que ofrecen los participantes. Por lo anterior no es un asunto de acatar lo que promueve el que grita más fuerte, lo que conviene sólo a mis intereses o lo que establece la autoridad. Pero ¿entre los que optan por despenalizar el aborto y quienes optan por castigarlo es posible alcanzar acuerdos? Diversos teóricos de la argumentación suponen que para alcanzar acuerdos en la diversidad convendría iniciar tratando de encontrar puntos de convergencia y, para el caso del aborto, se han reconocido tres proposiciones de partida fundadas en hechos: 1) No se aborta por gusto; 2) Algunos abortos pueden evitarse, y 3) El aborto inseguro es un problema de salud pública.
Finalmente, por la naturaleza del tema, convendría considerar la diversidad de razones sociológicas, psicológicas, médicas, biológicas, tecnológicas, jurídicas y éticas que se ofrecen para sustentar cada posición, además de considerar la multiplicidad de argumentos morales y políticos que los actores aportan al debate.
Siempre será más fácil, pero menos conveniente para la convivencia social, destituir, ofender o descalificar al que piensa diferente, en lugar de procurar entender sus razones, admitir que podemos estar equivocados y disponernos, por lo menos, a alcanzar acuerdos provisionales.