Falacia ad hominem

1893

Vivimos una época en que la ciencia, la razón y el método científico, pese a los avances innegables que el ser humano ha logrado, son puestos en duda. Hace unos meses, una encuesta arrojó que más de la mitad de los mexicanos desconfían de los científicos y creen que deberían estar controlados. Nuestros gobernantes ignoran la importancia de la ciencia y cuestionan estudios técnicos en favor de la ocurrencia y el ímpetu popular.

El aplauso fácil, la algarabía y la comunión con el pueblo son paliativos para una sociedad que prefiere la creencia firme e irreflexiva que el cuestionamiento y el argumento técnico, que es el beneficio de esa misma sociedad a largo plazo, pero que la harían caer en cuenta de su error.

Sin embargo, no sólo en México sucede ese fenómeno, incluso en Estados Unidos, al afirmar Trump que él “no creía” en el reporte de cambio climático. La comunidad científica debe acercar la ciencia y la educación a la sociedad para evitar que el arrebato y la ocurrencia nublen la vista ante los engañosos peligros y las medidas del aplauso fácil nos lleven a un descalabro.

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