Luz abundante, calidez, humedad, poca altura y cercanía con el Ecuador son las condiciones de vida del bosque tropical. Estas características también describen los ambientes que busca retratar el artista plástico Balo Pulido. El desbordante mundo vegetal que los habita y su fauna, especialmente las aves, son las imágenes que han marcado el universo creativo de Pulido que ahora se expone en el Ex Convento del Carmen bajo la curaduría del también creador Manuel Ramírez.
Las cuarenta piezas que conforman la exhibición se organizan en las tres costillas del eje estético que las une: pintura, gráfica y escultura. El “Palo de tres costillas” no es un mástil, ni el palo mesana de las embarcaciones que pinta Balo. Tampoco es el estriado fuste de las columnas griegas, se trata, en cambio, de una planta medicinal que forma parte de la tradición herbolaria mexicana. Balo toma prestado el nombre para dar título a su colección de paisajes y evocadoras escenas de luz que ocurren en los espacios abiertos de bosques tropicales, selvas, costas o en el acercamiento intimista de las aves que habitan la copa de los árboles o se afanan en la tarea de hacer sus nidos. Con una paleta de colores que mantiene su interés por la palidez frente a la exuberancia de la flora selvática, Balo confirma que su fascinación por el comportamiento de la luz sigue definiendo su ruta estética. La luz es el calor que desmaya a las palmeras de sus paisajes costeros. La luz es también el origen de la profundidad de los bosques rojos y violetas en los que es posible hundirse como un bailarín en los marcos escenográficos de un escenario.
El camino expositivo que Balo inició en 1993, continúa abierto al diálogo en esta muestra cuya curaduría subraya el discurso de un creador que privilegia los espacios sobre la figura humana. Hay en la libertad aérea de las copas de árboles que tanto aparecen en su obra la recreación sombreada de su propio movimiento. En la obra de Balo Pulido la pincelada se urde con la textura que marca la espátula. La rítmica repetición de elementos en el espacio compositivo brinda un efecto ficcional a la locura colorida del ocaso. Hay también una intención lúdica manifiesta en los incendios solares que convierten, a la vegetación y su fauna, en siluetas un tanto misteriosas. Por otro lado, está la realidad, esa que siempre regala maravillas al buen observador. Como él mismo afirma, tiene la mirada de un viajero que no se contenta con recorrer distancias geográficas, sino de conocerlas a través de su gente, sus paisajes y, sobre todo, de la complejidad de sus atmósferas. En su obra están galeones y locomotoras, máquinas de viaje que remiten a la presencia humana pero sin su retrato. Hay una intención por integrar al hombre desde la evocación, no de la literaridad.
En 2017, Pulido, junto a otros creadores jaliscienses, viajó a San Agustín Etla (en Oaxaca) para participar en un taller de cerámica. Fue su primer encuentro directo con uno de los procesos creativos más orgánicos, y le sirvió para saber que debería continuar trabajando y experimentando con el barro. En “Palo de tres costillas” encontramos seis obras producto de su incursión en la cerámica, así como una pieza de acero de gran formato y tres de bronce.
De todos estos universos se nutre Pulido para luego pasarlo por el tamiz de su visión artística y convertirlo en un viaje interior susceptible a ser compartido. A Balo Pulido le gusta mirar, regalarse momentos de iluminación que luego manifiesta en lienzos, cerámica o metal que evocan el poder curativo de la naturaleza.
“Palo de tres costillas” podrá verse hasta el 29 de julio.