Es conocido que socialmente la imagen del maestro ha sufrido un deterioro por razones de tipo multifactorial, pero sean cuales sean, sugiere que en muchos casos, éste hecho contribuye a la pérdida de su identidad.
Nadie podrá llegar a su destino si no sabe a dónde va. Tal desconocimiento, aduce a un deterioro permanente del tejido social, auspiciado por la ausencia de autoridades morales guía, rol que a mi juicio debe sustentar el docente con el propósito de influenciar y fomentar socialmente en todos los rubros, un quehacer humano cada vez más ético.
Lo anterior anima a un llamado a reconstruir la imagen del maestro, con tal de recuperar esa influencia, invirtiendo la causa por el efecto. Es decir un cambio sustentado en la identidad de cada docente de manera íntegra y coherente, de tal forma que por ende revierta el deterioro de su imagen a una influyente y renovadora forma de vida que impacte favorablemente a la estructura social.
Si tal identidad es construida por convicciones de tipo funcional, sesgadas por el bien común, que contribuya a la recuperación de su imagen. Sólo entonces, habremos de construir un mundo mejor.