La responsabilidad ante el servicio público debe traducirse en actos de coherencia con el discurso y el imperio de la austeridad. En el ánimo y en el bolsillo de los jaliscienses pesa demasiado el hecho de enterarse, por filtraciones astutas, de los excesos y abusos injustificables cometidos por los “servidores” públicos que conforman el gobierno del estado, como secretarios de pedigree de un gabinete constituido por seres “superiores” de la panistocracia, que representan, casi de manera exclusiva los altos intereses del gobernador en los diferentes sectores de la organización y la economía estatales.
El sistema estatal de control absoluto del poder impuesto por la panarquía, esa que ha intentado, por todos los medios y a toda costa, mantener al margen la acción ciudadana, está en la cuerda floja y a punto de reventarse a causa de la más débil de las debilidades humanas: el efectivo gusto de gastar lo que no es propio en viajes de negocio con placer, en fiestas de vecindad o hasta en los bonos de gratitud, dados por el jefe supremo por la sumisión a su misión, y con los cuales se premiaron los sacrificados esfuerzos de un compromiso que es natural y obligado para quienes asumen servir al pueblo ingrato que ahora les demanda cumplir lo que protestaron cuando aceptaron su nombramiento.
¡Cuánta injusticia más allá de la patética ética de la relatividad y la inmoralidad enmascarada de legalidad!
En la inteligencia de los habitantes de estos páramos ensalitrados comienza a forjarse el desencanto, la desilusión por las promesas incumplidas o aún más, por la honestidad inalcanzable e imposible.
En la conciencia se tiene ya la convicción inexpugnable de que el cambio de nada sirvió y no se hizo más.
El impacto profundo recién asestado lleva implícita una reacción caótica e inconmensurable, cuya energía liberada podría desencadenar transformaciones políticas de consecuencias inimaginables.
Lo mejor está por venir y debemos estar preparados, porque nadie sabe ni el día ni la hora. Con certeza les digo: en Jalisco no queremos un gobierno así: o cambian o los cambiamos en 2006.
Ah, y por favor, devuélvanos lo que el bono se llevó: la confianza.
Jorge Fernández Acosta.