Irvine Welsh

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Irvine Welsh estalla en una carcajada cuando le pregunto si se considera una especie de escritor maldito. Viéndolo de cerca, con el rostro y cráneo afeitados, con esa cara redonda y sonrosada que ahora sale de su expresión flemática para reírse, no puedo evitar pensar que el sujeto de cincuenta y siete años, y de alrededor de un metro noventa de estatura, tiene la facha de un bebé medio arrugado, perverso y sonriente.

La entrevista con el autor del afamado libro Trainspotting (1993), que alcanzara mayor éxito gracias a sus adaptaciones al cine y al teatro, transcurre en el Pabellón del Reino Unido de la FIL, una suerte de recreación conceptual de los icónicos camiones double decker de Londres, pero que aquí resulta más un puente peatonal rojo por donde transitan de un lado a otro los visitantes.

Welsh, nacido en Edimburgo, después del trepidante reconocimiento que tuvo con su primera obra, escribiría el libro de relatos Acid House (1994). Ambos casos, junto con Porno (2002), que retoma los personajes de Trainspotting, son un muestrario de su vasta literatura, en las que habitan las historias perturbadoras y a la vez hilarantes; las adicciones, el sexo y la violencia. Y con su reciente novela La vida sexual de las gemelas siamesas (2014), también las manías por el culto al cuerpo y la telebasura de la sociedad norteamericana.

¿Qué evolución hay entre tu nueva novela y las anteriores obras?
Creo que empezó al querer escribir la primera novela y que era una historia más personal, mientras que después de eso, lo que descubrí al hacerlo, es que yo era un escritor real, que esto es lo que hago. Uno tiene una gran cantidad de material de su propia biografía de sus primeros libros, pero entonces eso se agota, te aburres de escribir acerca de ti, así que miras más hacia afuera, llegas a interesarte más en otras personas en lugar de en ti mismo, y deseas ver lo que está pasando en el mundo que te rodea más que tu propio mundo personal. Básicamente es lo que ha cambiado.

¿Si hubieras nacido en otro lugar del Reino Unido, que no fuera en los barrios de Escocia, podría haber sido diferente tu literatura?
Sí, mucho. Creo que si quieres ser escritor hay enormes ventajas de ser escocés porque se tiene la tradición céltica donde todo el mundo es un narrador. Se da en algunas otras partes del Reino Unido, algunas partes de Gales y el West Country, Yorkshire, pero es como si estuviera editado fuera de la cultura inglesa, ya que se ha vuelto mucho más económicamente dominante en el sureste, más homogeneizada, por lo que ha empujado a muchas de las culturas de narración de cuentos en inglés, mientras que no ha ocurrido en Escocia. Me da muchas ventajas. Es decir, mis amigos escritores en Inglaterra tienden a provenir de orígenes mucho más ricos, mientras que mis amigos escritores en Escocia todos vienen del mismo origen que yo, de la clase obrera. En Inglaterra, si no provienes de una familia rica que te dé entrada en el mundo de la literatura no tienes otra cosa.

¿En qué medida influyen en tu estilo las drogas, la violencia, el sexo?
Siempre he estado interesado en cómo la gente la jode, qué es lo que realmente hacemos, y por lo general está en nuestras manos; es nuestra propia culpa. Uno ve a un tipo con un buen trabajo, felizmente casado, niños bonitos, pero que piensa “¿qué puedo hacer para joder esto? Obtendré una adicción al crack o empezaré a dormir con mi secretaria o a tener una aventura con la esposa de mi mejor amigo”. Hay algo acerca de la humanidad que exige una narrativa dramática. Si vemos bien nuestros caminos hay algo que los socava o nos autosaboteamos. Estoy fascinado por ese mecanismo. Es por eso que siempre he querido escribir sobre cómo caemos sobre nuestra propia espada, así sean las drogas o el sexo, en realidad no importa, los mecanismos internos por los que fallamos siempre son interesantes.

¿Te consideras un escritor maldito?
Creo que es difícil ser un novelista y no ser moral de alguna manera, porque lo real acerca de la maldad pura es que es muy mundana y aburrida. No se puede leer sobre gente aburrida en una historia, pero no se establece a la fuerza, todo viene del personaje. El personaje tiene que ser visto para estar haciendo ese tipo de comportamiento, de lo contrario todo se vuelve un poco monótono y aburrido. Así que se trata de obtener una reacción de uno mismo como escritor. Si uno no recibe una reacción por parte de sí mismo no vendrá de nadie más, así que creo que, ante todo, trato de hacer eso.

Ya antes de la entrevista, en una rueda de prensa, Welsh había sido cuestionado sobre si sus hábitos de escritor son bohemios o estrictos. Welsh contestaría que “algunas veces soy muy disciplinado y trabajo desde temprano, pero luego digo ‘qué caso tiene estar con un horario, para eso mejor me consigo un trabajo’. A veces me reúno con unos amigos en un bar y regreso a casa a seguir escribiendo. Otras veces tengo fechas límites de entrega, así que me siento en mi oficina todos los días, y sólo me paro para comer e ir al baño. Mi esposa casi me arrastra para que me bañe porque no lo he hecho durante días, porque hay gente que viene a la casa. No estos amigos imaginarios con los que estás en los salones, sino con estos con los que charlas y cenas como cualquiera. Pero luego quiero regresar a mi cuarto, y a mi mente. Lo bueno de ser escritor es que lo puedes ser todo el tiempo. Una de las cosas que yo hago es socializar e involucrarme con el mundo, porque si no te vuelves psicótico, así que lo que me ayuda es actuar como una persona normal».

El lenguaje que usas en tus textos es muy escocés y particular, y sin embargo se ha vuelto universal…
Es interesante, veo un montón de cosas ahora, especialmente a través de la película Trainspotting. Las redes de cable están muy influenciadas por su diálogo y el estilo, y cómo las personas construyen sus personajes ahora.

¿Tienes una visión del mundo a través de tu literatura?
Me gusta tener personajes que están tratando de hacer las cosas mejor. Como en mi novela Filth, el personaje de Bruce Robertson, que no siempre fue un chico malo, él sólo termina por obtener una suerte de enfermedad mental, al igual que Renton de Trainspotting no fue siempre un drogadicto, nada más es alguien que está pasando por un mal momento. Por eso me gusta la idea de que ellos andan como buscando a tientas el  switch de la luz. Porque les gustaría salir de en lo que están metidos. Creo que se puede estar con la gente que tiene un mal momento, y mostrarles que hay que tratar de mejorar las cosas.

¿La fama que te llegó con Trainspotting  y su adaptación al cine ha influido en tu estilo narrativo?
En cierto modo, uno intenta mantenerse alejado de ello en la medida de lo posible. A pesar de que escribo para la televisión y filmes, al escribir una novela intento dar marcha atrás. Cuando trabajo en el cine y la televisión se centra más en ese estilo, pero no tanto para las novelas.

¿Crees que hay alguna obsesión por mantenerte escribiendo siempre de los mismos temas?
Es la manera en cómo la sociedad se está desmoronando ahora. No hay trabajo para la gente, estamos entrando en un mundo post trabajo y las personas no quieren admitirlo, y así sean de izquierda o de derecha los políticos, no quieren comprenderlo, ya que significa una importante reorganización de la sociedad. Lo que tenemos con la ausencia de trabajo en muchas comunidades es una economía de la droga, por eso es que los escritores se están involucrando en ello. Yo fui uno de los primeros en escribir sobre esto, pero hay más gente ahora. No es posible no escribir sobre ello ya que es la realidad que estamos viviendo.

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