Jacobo Rauskin es el poeta más importante —en la actualidad— de Paraguay. Miembro de la de la Academia Paraguaya de la Lengua Española y miembro correspondiente de la Real Academia Española. Enseñó literatura en la Universidad Católica de Asunción y dirige la Biblioteca Municipal Augusto Roa Bastos de dicha ciudad. Ha publicado más de veinte libros de poesía y, sin embargo, frente a los conflictos sociopolíticos que enfrenta América Latina, para él “el papel de la literatura es casi ninguno”.
¿La literatura ha dejado de ser útil, entonces?
Nosotros, por ejemplo, tenemos un país con un altísimo número de personas que no leen y no escriben, y la poesía de transmisión oral, que fue la que nutrió a la población analfabeta durante muchos siglos, está en decadencia hoy. Y no porque no se pueda renovar, yo creo que sí se renueva y creo que los artistas se renuevan, lo que no se renueva es la amplitud que ellos puedan tener para poder llegar a este mundo, cuando éste mundo está desintegrado, la sociedad tradicional, América Latina está desintegrándose.
¿Qué papel juega la literatura en esta desintegración?
Al desintegrarse la sociedad convencional ––aunque yo no creo que termine de desintegrarse, espero que reaccione––, el papel de la literatura es casi ninguno. Fuera de la tradición, la literatura no existe sino al servicio de los ejércitos dominadores o del imperio. Pero bueno, tiene el papel de la resistencia, tiene que ayudar a la gente a resistir y tiene que ayudar a la gente a combatir la desesperanza que se instala en todos nosotros, no con un facilísimo absurdo, sino más bien combatir desde el escepticismo, combatir ante todo eso que merece ser objeto de escepticismo. Y mira que lo que nos sucede a nosotros no da mucho lugar para no ser escéptico, pero a pesar de eso creo debemos tener un poco de esperanza.
Jacobo recuerda un libro de Rubén Darío y que marcó su adolescencia, su juventud y lo que ahora llama su madurez o tercera edad: Cantos de vida y de esperanza, y reflexiona sobre algunos de los libros que se escriben en estos tiempos.
Tenemos por un lado una literatura híper crítica, que solamente quiere escribir novelas en la que no nos podemos imaginar a ningún personaje como un personaje con el que nos podemos identificar; es muy difícil que esas novelas tengan algún camino entre la gente. Y en cuanto la poesía híper hermética o individualista, que lo único que hace es hablar del yo y de la egoteca todo el tiempo, tampoco. Si algún papel tiene la literatura en América Latina, yo diría que ese papel es el de la resistencia, resistir, soportar en medida de lo posible los embates y seguir en pie de guerra para pelear un rato largo, porque llevamos un tiempo en esto.
¿Usted se considera en pie de guerra?
Soy un hombre muy pacífico, pero no me dejo avasallar por una sociedad cretina; y lo único que hago es, entonces, protestar, desnudar y demostrar este régimen de exclusión social que hace del hombre una piltrafa.
¿Y qué vislumbra para el futuro, en cuanto a la poesía?
Los retos de la poesía no son los mismos de antes, yo no sé si ha cambiado mucho la sociedad en el primer mundo, pero en el Tercer Mundo somos todos los días cada vez más pobres, cada día yo encuentro más pobreza en América Latina de la que dicen las organizaciones internacionales, cada día más analfabetismo disfrazado de “analfabetos funcionales”. Pienso que la sociedad está disociada y se fragmenta, vaya, es un proceso que en otros países sucedió pero después de la industrialización y aquí, que no somos países industrializados, sino más o menos industrializados, enfrentamos un proceso que ellos se enfrentaron cien años después. Ellos estaban muy bien defendidos cuando la sociedad tradicional desaparecía y tampoco desapareció del todo, en cambio acá desaparece con rapidez, la disociación nos hace presa fácil para los enemigos de afuera, sólo espero que, con la poesía o con lo que sea, finalmente Latinoamérica salga en búsqueda de su destino propio y no el destino que le impongan.
