La FIL ya tiene credencial del IFE

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    Aunque sea un lugar común, la expresión “parece que fue ayer”, en este caso tiene toda su vigencia; sí, parece que fue ayer el nacimiento de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, cuando arrancaba con unos modestos anaqueles, con el aparato universitario detrás para garantizar su éxito.
    Todavía recuerdo su primera clausura, en los escalones de la explanada de la Expo, en una fría noche de invierno, presenciando la actuación del Ballet folclórico de la Universidad y los juegos pirotécnicos. Claro que había gente, pero solo la suficiente para que el evento no se viera desairado.
    Dieciocho años después todo ha cambiado. El fin de noviembre y el principio de diciembre son días de Feria; es el encuentro seguro con amigos, que solo ahí te puedes encontrar; el momento único para conseguir los libros que no hay en ninguna otra parte, la oportunidad para escuchar y a veces dialogar con premios Nóbel, literatos, artistas, científicos, caricaturistas y uno que otro snob; son los días para entrar en contacto con la cultura de algún país, en este año la catalana.
    Todo lo anterior ha hecho de la FIL un evento que en ocasiones raya en lo tumultuario. Asisten alrededor de medio millón de personas, participan cerca de cuarenta países, exponen más de mil quinientas casas editoriales, con alrededor de cuatrocientos mil títulos.
    ¿Quién hubiera imaginado hace 18 años que la FIL de Guadalajara se convertiría en la más importante del mundo en lengua española? A veces da la impresión de estar participando en una orgía cultural.
    Con cierta admiración el director de la televisión catalana, Francisco –no lo se escribir en catalán- Escribano, preguntaba si los tapatíos nos damos cuenta de lo que realmente tenemos en este evento, y ponderaba la gran participación de los jóvenes, a pesar de la severa crisis del nivel educativo del país y de la lamentable televisión basura suministrada por carretadas al pueblo mexicano, con el estúpido pretexto de que no le interesa la cultura.
    Se puede pensar que los muchachos solo van a la FIL a echar relajo. Me consta que visitan los módulos y cuando sus recursos se los permite, compran libros, aparte de que asisten a los diálogos con los grandes escritores.
    Ciertamente los módulos más concurridos son los que venden discos, revistas y videos, pero qué le vamos a hacer: ellos son de la generación visual.
    Las casandras en los últimos años han venido entonando el réquiem por el libro. Incluso he escuchado a más de algún universitario que cree conveniente quitar espacio a las bibliotecas, porque los libros tienden a desaparecer.
    No cabe duda que se necesita ser retrasado mental para afirmar lo anterior. La FIL demuestra que libro y tecnología no son enemigos, sino que se complementan admirablemente.
    Los docentes necesitamos hacer de la tecnología digital nuestra más valiosa aliada. Por supuesto que una película o un audiovisual no sustituye ni al libro, ni al maestro: todo lo contrario, es su maravilloso complemento.
    Es hora de conquistar los grandes adelantos tecnológicos para la divulgación del pensamiento; esto cuesta más que dinero: creatividad, auténtica preparación académica y muchas horas de trabajo, en las que deben interactuar los estudiantes, docentes y expertos en comunicación.
    El citado director de la televisión catalana describió así la relación libro-televisión: “El libro es una chica difícil, mientras que la televisión es una chica fácil”. Estoy seguro que la mayoría de los jóvenes afrontan el reto de conquistar a las chicas difíciles. Por supuesto que habrá mediocres y perdedores, pero una universidad siempre debe apostarle al triunfo, si es que no quiere traicionar su esencia.
    Otro de los aspectos que quiero destacar de la FIL es su gran pluralidad de pensamiento. Una FIL plural no se lleva con una universidad monolítica. Lo mismo te encuentras políticos que intelectuales –actualmente verdaderas antípodas–, cubanos y gringos, católicos y budistas; por igual grandes editoriales que pequeñas, a los nóbeles y bestsellers con los autores de libros de modestos tirajes, pero todos están en igualdad de condiciones, y en torno al libro.
    La FIL es el escaparate de la producción intelectual de las universidades: nuestra Universidad como promotora, aunque le falte mucho en la producción editorial; la UNAM con su soberbia producción editorial; el sistema UIA-ITESO, sosteniendo una respetable producción intelectual; otras universidades solo promocionan sus carreras y posgrados con folletos y videos; algunas rayan en el ridículo, publicitándose con bailecitos insulsos de niñas de tobilleras o bien regalando chucherías a diestra y siniestra para captar futuras matrículas.
    Con satisfacción la Universidad puede contemplar que su mayor empresa cultural llega a su mayoría de edad. Sin duda es el evento insignia que le da identidad.
    Sería injusto no recordar a sus grandes realizadores: Raúl Padilla López, al actual rector –José Trinidad Padilla López–, quien junto con Bolívar Zapata fue su primer director; Margarita Sierra y Mari Carmen Canales; a su directora Nubia Macías. A todos ellos, los amantes de los libros y de la cultura les quedamos muy agradecidos, y ya esperamos el año que entra el encuentro con la cultura de un país iberoamericano: Perú.

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