En los últimos años se ha incrementado el nivel de vida de la población. Actualmente hay muchas personas que pasan de los ochenta. En teoría esto parece positivo. Sin embargo, la vejez ha perdido prestigio y, peor aún, es la edad a la que nadie quisiera llegar. Se ha presentado un incremento exponencial de recetas, medicamentos y hábitos tendientes a aminorar o eliminar los signos de la vejez.
Lejos quedó la época en que pertenecer a la tercera edad era sinónimo de respeto y prestigio. Todo lo contrario: existe una marcada publicidad que exacerba las virtudes de los jóvenes y condena cualquier indicativo de vejez. Muchos estamos estresados porque queremos evitar o retrasar la llegada de la senectud. Esto ha traído una serie de consecuencias nefastas.
Es momento de que los jóvenes entendamos que los años no pasan en vano. La experiencia te hace tomar decisiones y dar opiniones de manera ponderada. Se necesitan propuestas frescas, contestatarias, críticas, revolucionarias, pero cuando esto no viene acompañado de madurez en la toma de decisiones, que solo el transcurrir de los años dan, usualmente no se producen resultados adecuados.
Ojalá pronto cambien las cosas, para que, en lugar de temer la llegada de la vejez, todos esperemos ansiosamente la edad de la plenitud.