Recientemente hemos presenciado en vivo, por televisión, por radio o incluso por internet, eventos de importancia mundial, en su mayoría deportivos. Uno de esta naturaleza debe ser realizado de la mejor manera posible, para que los ojos del mundo lo califiquen como un evento excelente.
En la actualidad un compromiso que adquiere la ciudad o el país anfitrión de ofrecer una sede segura, limpia y con todos los servicios, ha pasado a ser casi una obsesión de los anfitriones por dar la mejor imagen posible. Claro está que es para que haya más turismo o posibilidades de otras justas.
¿Hasta qué punto deben o debemos soportar los ciudadanos las irregularidades que se dan en este tipo de eventos?
Hace menos de un mes hubo protestas en Brasil por el aumento al transporte público, mientras se realizaba la Copa Confederaciones; en Turquía también, durante el desarrollo de la Copa mundial de futbol sub-20.
La respuesta de los gobiernos, ya violenta o pacífica, es “El show debe continuar”.
En 2011 tuvimos fugazmente una ciudad limpia y segura mientras se desarrollaban los Juegos Panamericanos. Sin embargo, ¿en algún momento protestamos por las irregularidades?