Tras haber asistido a la licenciatura en mi primera semana de clases, me doy cuenta de que es y será uno de los sucesos más importantes de mi vida; es aquí donde se encuentra lo que siempre había buscado.
En la preparatoria y grados anteriores participar en clase, realizar la tarea, hacer más de lo que te piden, participar en actividades ajenas a las clases como talleres de redacción, competencias de matemáticas, concursos de oratoria y demás actividades culturales, son todas causas de que tus compañeros te miren como si fueras de otro mundo, un bicho raro.
Mientras en la licenciatura todos hacen sus tareas, no sólo todos tienen el gusto de participar en clase, sino que cualquiera es capaz de dar una opinión que denota gran capacidad, todos se encuentran interesados en asistir a ponencias y conferencias que transmiten conocimientos sobre sus respectivas carreras y sobre todo los alumnos gustan del placer de la lectura.
Se debe, en mi opinión, a la voluntad por la que nos encontramos aquí: aprender la profesión a la que dedicarás tu vida, cada uno con sus propios objetivos y el apetito de ser cada vez mejores.
Así es en la licenciatura, donde lo increíble y casi imposible en otros lugares y con otras personas se vuelve común, donde la grandeza se encuentra en la ausencia de la mediocridad.