Ahora que la muerte ha mirado a los ojos a Elizabeth Taylor, esperamos que Elizabeth Taylor reaparezca: surja desde los humos de ultratumba y cobre su venganza a la vida.
Una especie de maldad hubo en la sustancia vital que logró que una a otra se mancharan. Dobles vidas. Duplos sostenidos. Dobles que no hicieron si no que se borrara una para el establecimiento de la otra. ¿Vidas paralelas las de ellas?
Una mala jugada que, sin embargo, una Liz se atrevió a enfrentar no sé sin con valentía, pereza o desdén, pero siempre advertida de la escisión: de la grieta de una misma piedra donde el abismo las separó en definitiva. ¿Cisma o espurio?
Enfrentar a la Belleza no es simple. Retar a la Inteligencia es un desafío casi infernal. ¿Qué es lo propio? ¿Qué decisión tomar cuando hay otra? ¿Cuándo hay un espejo deformado que no reproduce sino a otro ente distinto, mas con un nombre idéntico? ¿Cuándo fue que se dijo que nombre era Destino?
¿Qué pasaría si, al otro lado del espejo, mi otro yo cobrara una vida propia y no respondiera a los movimientos de clown, de mimo?
Existe, en todo caso, el sueño. Existe, también, la pesadilla…“Los sueños son el género; la pesadilla, la especie…
—acaba de enunciar Borges hace un instante, desde el hipogeo.
La muerte es un hecho terrible, nadie lo duda; pero la vida suplantada, plagiada, produce un dolor más grave.
Elizabeth Taylor nació en Hampstead, Londres, el 27 de febrero de 1932. Elizabeth Taylor nació en Reading, Berkshire, en el año de 1912. Liz murió en 1975. Liz acaba de morir en Los íngeles el 23 de marzo. Una fue la fantasía de los antiguos adoradores de Onán, no desde la claridad del Génesis, sino de la oscuridad del celuloide; la otra escribió cuentos y novelas impecables, al grado de ser nombrada por la crítica la Jane Austen del siglo XX.
La narradora británica Elizabeth Taylor fue descrita por Liliana Viola en Pagina/12, en la edición del 30 de octubre de 2009, de esta manera: “A casi 40 años de su muerte, esta misma nota se justifica menos por sus obras, que todavía no han sido traducidas al castellano, que por el morbo y estupor que provocan las coincidencias. Y aunque la del nombre bastaría para seguir leyendo, resulta inevitable agregar otros malditos accidentes. Su primer editor fue Peter Pan. El verdadero. Su primera vocación fue el teatro, se conservan no pocos artículos de diarios de la época alentando la carrera de la joven Elizabeth Taylor, una actriz que promete.”
Quizás la única obra en español sea la que tengo en mis manos: El hotel de Mrs. Palfrey, que Bruguera editó en 1986, con una impecable traducción de Clara Janés y que recogí, como muchos de mis libros, de un tiradero hace ya más de diez años, creyendo —como le hubiera ocurrido a cualquiera que amara a la Taylor de Una mujer marcada, Salvaje y peligrosa y La gata sobre el tejado de zinc— que aparte de su belleza e histrionismo alguna vez también escribió novelas.
¿A quién culpar de nuestra infinita ignorancia?
La doble que narra
“Siento, pasado el tiempo, que mis libros han caído en el pozo y que tienen que permanecer allí para siempre en agosto de 1973 escribió con visible tristeza la narradora a su amigo Paul Bayle en una carta. Y allí estaban, cuando una vez los ha sacado a la luz del día alguien que de verdad los ha leído”.
Consciente de su destino, Elizabeth Taylor vio nublada su existencia de gran narradora por Elizabeth Taylor la actriz. Ambas fueron dotadas de dones y de belleza. Las dos mantuvieron una vida separada y, a la vez, hubo un detalle que las unió de cierto modo: es claro en la escritura de Liz que bebió el lenguaje de Virginia Woolf y es comprobable por millones de seres en el orbe que Liz en 1966 protagonizó el drama Who’s Afraid of Virginia Woolf?
¿A quién culpar de los descalabros del Destino? ¿A Dios? Ahora mismo (son las nueve de la noche del miércoles 6 de abril de 2011) miro una uña de luna reflejada en la ventana. Miro al alto cielo y allí está de nuevo.
Adiós Elizabeth
Taylor—digo—, bienvenida otra vez a la vida Elizabeth.