Las voces no escuchadas

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Marginados, pero con el ojo de la sociedad sobre ellos, los jóvenes desarrollan sus propias formas de convivencia dentro de la estructura social, muestran una baja participación en asuntos públicos y poseen una noción pasiva de lo que significa ser ciudadanos, expresó la doctora Zeyda Rodríguez Morales, investigadora del Departamento de Estudios en Comunicación Social, de la UdeG.
Rodríguez Morales y la maestra Rosana Reguillo, investigadora del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), integraron la mesa Las voces no escuchadas, que tuvo lugar dentro del V Coloquio de estudios de la cultura “Diversidad cultural en un mundo globalizado”, realizado en el marco de la Feria Internacional del Libro.
En su ponencia “El arte del débil: tácticas y estrategias juveniles”, la doctora Rodríguez apuntó que lo más común al hablar de los jóvenes es hacerlo desde la mirada adulta que enuncia preocupación por su futuro como sociedad, tanto en términos de quienes consideran urgente remediar los males que les aquejan (drogadicción, pandillerismo, delincuencia, enfermedades de transmisión sexual y embarazos prematuros), como por quienes tratan de proveerlos de recursos para mejorar su desarrollo (educación, preparación para el trabajo, acceso a la cultura, vigilancia de sus derechos).
En términos generales, estos esfuerzos asumen que los jóvenes están siendo severamente marginados de una sociedad que en los hechos los excluye y los considera no ciudadanos.
Sobre las relaciones amorosas entre jóvenes urbanos, la investigadora ha encontrado que en nuestra sociedad el uso del cuerpo y las normas que rigen la afectividad son terrenos en los que se expresa de manera nítida el conflicto generacional. Indicó que a últimas fechas, sobre todo desde que el Partido Acción Nacional arribó al poder en nuestro país, estas disputas han aparecido con mayor claridad.
Con el propósito de retardar el ingreso de los jóvenes al ejercicio pleno de sus libertades de relación, reunión, conocimiento, uso del cuerpo, etcétera, las cuales son concebidas como “exclusivas de la edad adulta”, las políticas dirigidas hacia los jóvenes casi siempre versan sobre “el control de la desviación, el fomento de la abstinencia, la demarcación de límites y el no acceso a la información”.
La situación de la juventud –como se ha mostrado en múltiples estudios– no es nada halagí¼eña. Rodríguez Morales recordó que la presencia de jóvenes en las universidades o en trabajos bien remunerados y acordes al campo en el que se formaron son verdaderas excepciones desde el punto de vista cuantitativo:
Sabemos que menos de la mitad de los jóvenes estudia y más de la mitad trabaja, pero lo hacen en actividades desvinculadas casi por completo de los estudios que cursaron. Se desempeñan en puestos de tipo manual, ocupan los niveles más bajos de la jerarquía laboral, trabajan informalmente y ganan poco.
El presente es difícil y el futuro se avizora aún peor, aseguró. El desarrollo de sus vidas tiende a transcurrir con un bajo perfil de participación social y política y poseen una noción pasiva sobre lo que significa ser ciudadanos.
“La acción juvenil, casi siempre individualizada, atomizada, es más bien discreta. Han preferido pasar inadvertidos y abandonar cualquier intención protagónica. Lejos han quedado los ímpetus revolucionarios de los sesenta, aunque eso no implica la aceptación absoluta del orden institucional”.

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