Las vueltas del tiempo

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Las vueltas del tiempo es la última novela de Agustín Yáñez (1904-1980). Fue publicada en 1973, pero se coloca su escritura entre los años 1945 y 1948. El contenido del texto explica la tardanza de su publicación, que sucedió justo siete años antes de la muerte de su autor.

Agustín Yáñez fabula, en esta novela, diversas conversaciones que suceden el día en que se celebran las exequias del General Plutarco Elías Calles (1945), quien gobernó nuestro país de 1924 a 1928, periodo en que aconteció la Cristiada (1926-1929). Posteriormente, Calles se convierte en el poder tras la presidencia de 1928 a 1934. Este periodo, conocido como el Maximato, y el propio gobierno de quien fuera aliado del General Álvaro Obregón contiene claves de nuestros aciertos y fallos como nación en el siglo XX. De ahí que la reflexión sobre el mismo es determinante si pretendemos mejorar y rectificar.

 Las vueltas del tiempo es un ajuste de cuentas no sólo en la conciencia del escritor jalisciense Agustín Yáñez, sino en la conciencia social y política de nuestra nación. Si Ceguera roja (1923), la primera novela de Yáñez, había sido negada por el mismo autor, o señalada como un ejercicio literario sin importancia en su historiografía literaria, Las vueltas del tiempo parece haber esperado treinta años para ver la luz, muy probablemente por las implicaciones políticas que tenía para nuestro escritor. Ambas novelas contextualizan la relación Iglesia-Estado, pero con cincuenta años de diferencia. En la primera, el autor tapatío enarbola la defensa del fervor católico en oposición a las doctrinas bolcheviques que impregnaban ya algunos movimientos obreros de la ciudad. Se trata de una novela corta escrita a los diecinueve años que debe ser leída como documento histórico que evidencia una parte del ethos occidental de México que desembocó en el conflicto religioso de los años veinte.

En contraposición, en Las vueltas del tiempo, Yáñez ofrece un análisis del gobierno de Calles, pero también despliega los laberintos del pensamiento cristero a través de varios personajes, entre los que sobresale Miguel Osollo: hombre libre, combatiente, sacerdote, cristero y finalmente reconocedor del valor de Plutarco Elías Calles como estadista. Lo dicho convierte a Las vueltas del tiempo no sólo en una novela de realismo social, sino en una novela de tesis que merece ser analizada en tiempos en los que nuestra vida nacional da muestra de estar en profunda crisis.

Agustín Yáñez afirma que tres son los grandes estadistas que ha tenido México: Benito Juárez, Plutarco Elías Calles y Lázaro Cárdenas. Se avoca al análisis de Calles, el estadista de la Revolución que con el centralismo logró equilibrar la debilidad de las incipientes instituciones. Yáñez hace reaparecer personajes de Al filo del agua que había revivido también en La creación. María, la pueblerina inquieta que huye con los revolucionarios deviene en una influyente personalidad quien, casada con el ingeniero Jacobo y dotada de una amplia cultura, fue cercana de Álvaro Obregón y después de Calles.  En el contexto de la Cristiada, María creyente, pero a su vez librepensante, intenta romper relaciones con Calles. Su esposo, el ingeniero Jacobo, recibe este mensaje de Calles: “Se le adelantaron, ingeniero: ya tengo informes policiacos de que hay misa en su casa y que viven allí, como dice usted, unas monjas. Yo conozco a María; sé que no es una beata y está lejos de ser una fanática; es una quijota. Dígale que yo no mandé cerrar los templos, ni prohibir el culto; fueron los obispos para echarnos al pueblo encima. Ya conocen mi resolución: o acatan la ley, o acuden al Congreso, o toman las armas.” La declaración da un giro total a la percepción común de esta conflagración, abre otra posible interpretación que el lector podrá cotejar o no, con fuentes históricas, de acuerdo a su inquietud y necesidades.

Agustín Yáñez, con su vida y obra, es testimonio de una inteligencia que sopesó los distintos acontecimientos que le tocó vivir y sometió a juicio sus costumbres. En Las vueltas del tiempo, el escritor jalisciense recrea a cristeros acérrimos, cristeros que analizaron los aciertos y fallos de su movimiento y, sobretodo, creyentes ilustrados que analizaron la confrontación cupular de poderes que no correspondía en verdad a una confrontación entre distintos sectores del pueblo. Fiel a su estilo polifónico, Yáñez inserta además la voz del empleado cuyo salario es insuficiente y cuya familia sufre los embates de trágicos de una sociedad que es inequitativa.

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