Lente roquera

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    Fue en 1979, en un concierto del Tri. La energía en vivo lo atrapó. Desde entonces el fotógrafo Sergio Garibay, de 34 años y oriundo de Guadalajara, ha sido un fanático de las tocadas en vivo y a todo color.
    “Se me hace muy chido el rock y en vivo todavía más”, dice en un tono de voz que convence. Añade: “En un concierto es en donde se luce el músico. Hay quienes afirman que en el estudio, pero yo creo que en un concierto es donde tiene el contacto con la gente, donde se pule”.
    Garibay se ha pulido junto con el rock, desde que escuchó por primera vez a la banda británica AC/DC, en 1978: “Me llamó la atención, porque en todos los aparatos electrónicos decía AC/DC. Es uno de mis grupos preferidos, por su rock estridente, de potencia, padrísimo, que te ayuda a sacar el animal”.
    Este roquero, que no viste de negro, ni usa aretes o tatuajes, que nunca llenó su cuarto de carteles de bandas y no trae el cabello largo, sacó ese animal y esa vibra en la exposición Rock, que desde el 26 de mayo exhibe Casa Vallarta.
    Consta de 26 fotografías captadas en vivo de bandas como Café Tacuba, Molotov, El gran silencio, Cuca, Plástico, Control machete, Resorte, Carlinhos Brown, etcétera.
    Las impresiones que Garibay muestra al espectador atienden a cuatro “leyes personales”: en vivo –cero estudio–, público en acción, de instrumentos, y de músicos. “Esto sí, puros conciertos en Guadalajara”.
    La idea fue plasmar “toda la potencia, energía, vibra, lo que se siente estar en el concierto, y ponerlo en un pedacito de película”, porque su vida ha estado marcada por el rocanrol.
    Por azares del destino –comenta– sus amigos le llevaban de ocho a 10 años. En el ‘81, a los 11 años, ya tenía casetes de los Beatles, de Jimi Hendrix, Frank Zappa, Eric Clapton, Pink Floyd y Jethro Tull, en una época en la que artistas como los Chamos, Menudo, Timbiriche y Pandora aparecían en la televisión nacional.
    En 1987 trabajó cubriendo algunos conciertos del Tri. Luego, el manejador de Maná, Arnoldo Arredondo, le pidió fotografiar varios toquines, pero “luego descubrí que eso no era rock”.
    Así comenzó una relación con representantes y músicos, en la que se ganó su confianza para llegar incluso arriba del escenario, el que puede resultar “una trampa, puesto que si jalas un cable ya valió”.
    Tiene cerca de mil discos en su colección. Aunque le gustan los videos de conciertos en vivo, no los compra, porque no tiene lana y prefiere “pedirlos prestados”.
    Sus compactos abarcan bandas como las de Ozzy Osbourne, Black Sabbath y otras tendencias hacia la música clásica y la ópera.
    Puede pasarse horas con una chela en mano en el disfrute de un concierto en la tele. Cuando maneja en carretera le gusta llevar tres discos de cajón: AC/DC live!, Cuca en vivo y el último de Molotov, “el de covers”. Los escucha a todo volumen. En ocasiones su esposa Patricia le dice que ya lo han oído tres veces, a lo que Garibay contesta “¿y?”
    Admira de los músicos roqueros “la congruencia con su propuesta de vida”. Por ello alucina con ílex Lora: “Un día dijo, quiero ser roquero y apuntó hacia allá la brújula. Lleva no sé cuántos años tocando. No canta, pero berrea bonito”.
    De Rock considera que algunos “puristas” de la fotografía quizá critiquen la composición, el encuadre, el barrido y otros parámetros estéticos recomendados, pero como buen roquero rebelde, asegura que “lo que más me gustaría que vieran es la esencia de captar un concierto. Si nos vamos al purismo, ¿a poco todos los roqueros cantan bien?”

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