No importa que tan off se esté del circuito de Broadway, la fórmula “Chico conoce a chica y se enamoran”, resume un buen número de musicales que ahí se producen y presentan. Este género escénico llega al Estudio Diana con una mezcla inesperada de cualidades. Desde Londres, gracias al proyecto de la compañía National Theatre que transmite sus temporadas vía satélite en alta definición a varias ciudades del mundo, fue posible presenciar el pasado 9 de febrero el musical FELA! Lejos de aquella gastada receta, nos cuenta la historia del músico y activista nigeriano Fela Anikulapo-Kuti (1938-1992), quien en la década de los sesenta trajera al mundo el llamado Afrobeat, término que refiere un ritmo de origen yoruba influido por jazz y funk, y al que además Kuti cargó de un sesgo político.
En contraste con el programa de transmisiones de la ópera del Metropolitan de Nueva York, los montajes de la National Theatre de Londres llegan a la ciudad en tiempo diferido. La diferencia de horarios con el Reino Unido imposibilita hacerlo en tiempo real. Además, las obras se proyectan luego de los días necesarios para realizar el subtitulaje, proceso que lamentablemente afecta la calidad de la imagen. Sin embargo, el poder de FELA! llevó a los tapatíos, al igual que a los británicos que colmaron el teatro en vivo, a escuchar con las caderas, tal y como Bill T. Jones, director y coreógrafo de la puesta, concibe la finalidad del espectáculo. FELA! presenta la mejor cara de Broadway y el rostro más inesperado del teatro británico. Se trata de un espectáculo cuya calidad musical rebasa con mucho las orquestaciones tradicionales. El afrobeat de este espectáculo respeta la naturaleza musical de su creador, así como también recupera algunas de las más conocidas composiciones de Kuti para contarnos su intensa y conflictiva vida. Ahí está “Zombie”, la pieza que Fela convirtió en un ataque directo al ejército nigeriano y sus terribles métodos. También se incluye, acompañada de una electrizante coreografía, la pieza Water no get enemy. Fela busca su camino a través de la música, de sus raíces yorubas, de los metales que aprendió a tocar en Londres, de sus viajes a Estados Unidos, de su postura política alimentada por movimientos como el black power y el Partido de las Panteras Negras. Sahr Ngaujah es el talentoso actor y músico encargado de representar a Fela, quien es capaz de trasladarnos a la década de los setenta y a las interminables fiestas en que se convertían sus presentaciones. Otro de los elementos que caracterizaron la música de este nigeriano fue la extensión de sus composiciones, que rebasaba con mucho los diez minutos. Fela creó piezas que incluso duran media hora, aspecto que lo sacó de muchos circuitos de difusión comercial, pero que, junto a las afortunadas y originales combinatorias rítmicas, le hizo ganar un lugar destacado en la música del siglo XX.
Un doctor Frankenstein outsider
El amor de Fedra de la desaparecida dramaturga británica Sarah Kane, marca la siguiente cita con el National Theatre de Londres. La obra se proyectará los días 25, 26 y 27 de febrero a las 21:00 horas en el Estudio Diana. Este montaje, basado en el relato mítico de la vuelta de Teseo a casa y el conflicto amoroso entre Fedra su mujer e Hipólito, su hijo. Gracias a esta programación será posible ver el trabajo escénico de la multipremiada actriz Helen Mirren y los actores Dominic Cooper, Margaret Tyzack y Stanley Townsend. Luego vendrá El Rey Lear de Shakespeare, dirigida por Michael Grandage y estelarizada por Derek Jacobi, esta producción de Donmar Warehouse será transmitida desde su sede londinense en Covent Garden los días 1 y 2 de marzo a las 20:30 hrs. En abril llega la interesante adaptación que hace Nick Dear de la novela Frankenstein de Mary Shelley. Montaje dirigido por Danny Boyle. El clásico de la literatura universal, El Jardín de los Cerezos de Antón Chéjov marcará el cierre de esta temporada el 27 de julio a las 20:30 horas. La producción está a cargo de Howard Davies, director asociado del National Theatre y especialista en obras rusas. El teatro de Londres recuerda a Grecia, suena a tambores y sabe a Bretaña.