En su libro La filosofía política en la modernidad, Antonio Sandoval Ávila dice que esta disciplina se ocupa de temas y problemas relacionados con el estudio y el análisis de los fenómenos políticos desde una perspectiva normativo-prescriptiva. Y a la vez, se ha propuesto la construcción, clasificación y esclarecimiento de los conceptos que componen el universo político a través del estudio de los principales problemas al respecto, así como de las diversas soluciones que se han determinado a lo largo de la historia del pensamiento occidental.
Este libro fue presentado a finales del mes pasado en el Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, y es una de las obras editadas por la UdeG.
Sandoval Ávila dice que lo que ahora se conoce como ciencia política tiene su origen en la filosofía política, y nació a partir de la corriente conductista, “que trata de observar las actitudes de los políticos y de los ciudadanos conforme a premisas estrictamente científicas”.
Esta ciencia se desarrolló luego de la Segunda Guerra Mundial, y su objeto de estudio se refiere a cómo se distribuye y organiza “el poder que se ejerce en un colectivo social”.
En medio de todo esto, existen dos acepciones de la ciencia política: una que abarca todos los estudios relacionados con la política desde la antigüedad hasta la actualidad, y la que pertenece a la ciencia empírica de la política, de acuerdo con una metodología en el mismo sentido.
Así, puede resultar difícil delimitar lo que es filosofía y lo que es ciencia política, señala Sandoval Ávila, y dice que Sartori especifica que la diferencia radica en la falta de operatividad de la primera, mientras que la segunda remite a la investigación y la teoría práctica.
Sandoval Ávila recuerda que hasta la Modernidad confluyeron la ciencia y la política, por lo que el nacimiento del pensamiento científico y su separación de la filosofía se produjo en los siglos XVI-XVIII.
Por ello, el vínculo entre la filosofía y la ciencia ya no puede verse “como una relación entre un conocimiento superior y un conocimiento inferior, entre un saber cierto y un saber opinable […] ni como una relación entre un saber concreto, fundado en hechos, y un saber fundado en la abstracción metafísica. En todo tipo de saber se necesitan términos y conceptos abstractos”, todo esto parafraseado de las ideas del mismo Sartori.
Sandoval Ávila hace un recorrido en su texto acerca de Maquiavelo (1469-1527), Thomas Hobbes (1588-1679), John Locke (1632-1704), Jean Jacques Rousseau (1712-1778), Edmund Burke (1729-1797), y Thomas Paine (1737-1809). Y si se ocupa de estos autores es porque son de los más relevantes que “reflexionaron sobre las formas de organización política, el Estado y el ejercicio del poder político; o sobre las formas de gobierno y su condiciones de legitimidad; o acerca de la libertad, la justicia, la igualdad, la soberanía, la democracia o las instituciones sociales; o sobre los partidos políticos o las actitudes de los políticos o los ciudadanos, y actuaron para incidir sobre la realidad de su tiempo”.
En los seis capítulos del libro también se presenta la biografía de los autores y sus circunstancias, pues no se podría entender su pensamiento político “si se los considera al margen de los contemporáneos con quienes dialogaban; sin comprender al menos en términos generales el contexto político y social del tiempo y lugar en que vivieron”. Ello es indispensable para entender cabalmente “los movimientos, instituciones y sistemas políticos que sus ideas generaron”.