Mauricio Montiel Figueiras

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Un escritor raro ha de ser aficionado a otros escritores raros. Hay cierta lógica en eso. No me sorprende que la conversación empiece así: entre el buenos días, mucho gusto, un café por favor, y qué tal ha ido la FIL, muy bien, extenuante, como siempre; la recomendación de Lafcadio Hearn y Danilo Kis. Jamás había oído hablar de ellos. Son difíciles de encontrar, pero los publica Acantilado, en el módulo de Colofón. Igual que a Maurcio Montiel y su Penumbra inconveniente (2001), una novela salida de una libreta con portada de Edward Hopper y otros objetos hallados en un portafolios abandonado en el Metro. Como ensayista ha publicado Terra cognita (2007) y La brújula hechizada: algunas coordenadas de la narrativa contemporánea (2009); como cinéfilo, La errancia. Paseos por un fin de siglo (2005), ahora reeditado como Paseos sin rumbo: diálogos entre cine y literatura (2010). Pero fue por los cuentos de La piel insomne (2002) que supe de él por primera vez, en otra charla sobre escritores raros entre los raros, rarísimo él en su propia tierra, donde aún los profetas tienen cierta fama.

Equipaje
Soy un escéptico de los nuevos soportes de lectura. Sigo pensando en el libro como forma. Cuando venía en el avión, el muchacho de junto estaba leyendo en un Kindle mientras yo leía un libro. Me resultó muy raro presenciar dos formas simultáneas de leer, pero no me llamó mucho la atención. Yo sigo cargando libros, pagando sobrepeso en el avión, mandando cajas por paquetería, llenando repisas de libros y un cuarto entero con revistas viejas.

Traslación
Lllevo 15 años viviendo en el DF. Me fui simplemente por cuestiones de chamba: cuando cerró el periódico Siglo 21 me quedé bailando en la cuerda floja, y como ya tenía la idea y las ganas de irme a probar fortuna, aproveché los vínculos con colegas que había hecho desde Nostromo [el suplemento que editaba], y llegué a trabajar en la redaccion de la Revista de la Biblioteca de México, cuando todavía la dirigía Jaime García Terrés. Fue cuestión de agarrar dos maletas e irme a vivir para allá casi de un día para otro, quemar las naves tapatías, cambiar toda mi vida, dejar todos los muebles empacados, las cosas en cajas y esperar la mudanza.

Eje
También debo decir que para mis expectativas profesionales Gudalajara era un techito muy bajo. Ahora hay cierta descentralización, y me gusta mucho que haya iniciativas generadas fuera de la ciudad de México, tantas editoriales independientes. Pero todavía los escritores y editores tienen la necesidad de pasar por el DF para obtener carta de reconocimiento, por desgracia o no: es un hecho que sigue siendo el único punto de referencia. No entiendo por qué en un país tan grande y rico como México no hay otros polos de oferta cultural que se contrapongan y compitan, como en Estados Unidos, que tiene a Nueva York, Los Angeles, San Francisco, Boston, Chicago y Washington, por ejemplo. O como en España, que tiene a Madrid y Barcelona con sus propias editoriales, periódicos y revistas de relevancia.

Cartografía
Creo que el proceso que hizo James Joyce con Dublín es emblemático. Tenía una relación tan profunda de amor-odio con su ciudad natal, que quiso reconstruirla en su literatura, pero desde el exilio, desde lejos.Y creo que falta ese proceso para el caso específico de Guadalajara, falta esa distancia intelectual, aunque yo tenga una distancia temporal y geográfica. Ahora que también creo que no es importante mencionar rasgos específicos: no hablo de la avenida Mariano Otero ni de la calle Pedro Moreno, pero a últimas fechas mis textos tienen muchos elementos de mi infancia y adolescencia aquí. “Suburbio” es un cuento semiautobiográfico, velado obviamente, pero supongo que no puedes escapar de escribir sobre tu ciudad. En realidad no puedes evadirte, aunque tampoco me interesa hacer esa cartografía de Joyce. Y no sólo con respecto a Guadalajara, sino con cualquier ciudad. Prefiero describir el sentimiento y las experiencias que te deja ese espacio, aparezcan o no los nombres de los restaurantes o de las estaciones del metro.

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