Pensando

    1893

    Hoy amanece como cualquier otro día, y es que sí es cualquier otro día, tan especial como todos, tan particular como la mayoría. Todo trascurre con la rutina y sin saber con que nos enfrentaremos, estamos a la orden del día haciendo lo que tenemos que hacer.
    Son las 21:00 horas, la ciudad está allá, y el afuera se ve por la rendija de la ventana, es tan hermosa ahora, es tan grato apreciar desde aquí, y recuerdo cuando anduve por ahí, pisando esas calles, disfrutando aquellos aires. No me quejo de mi situación, al final es lo que escogimos, nuestras decisiones son las que nos trajeron hasta aquí, si estamos es por lo que somos, si somos es por lo que decidimos, si decidimos es por nuestra voluntad y al final es lo único que nos mantiene de pie.
    Y ni siquiera se da cuenta tanta gente de lo que aquí ocurre, de lo que aquí se gesta, no es mas que el futuro, aquí estamos como soldados en entrenamiento, sabemos que pronto hemos de enfrentarnos al exterior, solos, pura y sencillamente solos, porque no estará más que la ley propia, la ética, el conocimiento y la compasión serán al final lo que gobierne, lo que subsista, con lo que estemos vivos en la trascendencia del tiempo o muertos en lo efímero de la vida.
    Cuantos sufren nuestra ausencia, cuantos, aprecian nuestra presencia, cuantos ni siquiera nos toman en cuenta, somos sombras y luces que vienen y van, somos aliento y risas, tristeza y confort, llanto y alegrías, ilusiones y por que no decirlo, también ambiciones, somos balance en desequilibrio, por el tiempo que nos absorbe pero en el fondo somos cuanto queremos ser, sabios en la medida de nuestra propia exigencia, felices hasta donde queremos, proactivos hasta donde podemos.
    Así lo elegimos, así vivimos y así queremos ser recordados, somos internos, somos futuros médicos, somos médicos cirujanos y parteros.

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