ESTE MUNDO LO ESCRIBE EL ALMA
en la zozobra. Lo escribe
sobre un cauce que no es
piel ni carne, es tiniebla
y dolorosa ceguera. Pero la piel no es
la que te encadena ni tiene
el noble oficio de someterte.
No es ella, ni la carne, el margen de tu zozobra,
es el desierto del cuerpo quien te hace languidecer
de tedio. Entre los pliegues de la carne
no cabe un latido tuyo.
Muerto del alma camina y su sed no se detiene.
Distancia, sed, eso es el alma. Sed de yeso.
Alma, eres mejor luminosa y seca como la luna.
Cambias tu piel de hombres, los abandonas
sobre piedras de sombras. La muerte brilla
en la oscura claridad de la tiniebla.
El alma es herida: cinco fieras que inflaman
cada mano; es rama luminosa de resurrección.
Joven virtuosa, son tus párpados
hechizados por ese amado que no ves.
Es el cuerpo ciego sin tus ojos
de sueño y muerte, y esa luz oscura
es la que desata esta claridad de voz.
Voz humana que enmudece las cosas.
Ausente es tu llaga
de luz; rayo de tiniebla, labios
abiertos del laberinto, luz de sangre
que ciega, labio de almizcle es tu cristal
y tu contemplación bocado.
Alma, distancia que florece
en la carne, simple herida que olvidamos
en la piel. Geografía del instante que traza
el mapa del hombre. En tu corazón está dibujado
el doloroso enigma de las lágrimas, tu corazón
de madera húmeda no puede arder
en las innumerables formas de la rosa.
Habrá que secar tu cuerpo
para que el blanco inamovible
divida la luz y perfume al fuego.
Romper el oscuro árbol
de la sangre y ver dentro
los ojos de esa luz que mira hasta dejarte ciego;
después, ser cobijado
por tu semblante de oscuro vegetal,
de árbol en movimiento en perpetua caída:
con esos millares de hojas
tuyas darás reposo mas no quietud.
El alma es distancia, es instante que se mete debajo de la piel,
es poema perfecto al que le han desparecido las palabras y regresa al silencio.
Cuauhtémoc Vite
Selección: Filemón Hernández