Entiendo las cuestiones propias del “desarrollo urbanístico”. Entiendo, por lo mismo, las cuestiones de buscar ser una ciudad “cosmopolita” y cada vez más “global”. Pero, sinceramente, no entiendo —y digo “pero” de la forma en la que Eduardo Sacheri definió esta palabra en su novela La pregunta de sus ojos (si gusta puede buscar dicha referencia)— el hecho de hacer o crear modelos de desarrollo que no estén bien pensados y que a la larga pueden generar conflictos en cosas que resulten de gran importancia para la identidad de la ciudad, tanto desde el punto de vista de patrimonio, de la cuestión cultural o incluso de los puntos vitales de la ecología.
Hablar de todo esto hace que me refiera a varios proyectos, no a uno precisamente, que son hechos con velocidad política sin que sean precisamente proyectos. La Zona Metropolitana de Guadalajara crece a manera de monstruo voraz, con edificaciones como la Villas Panamericana, el estadio de las Chivas, (ambas bloquean zonas de recargas de acuíferos), el empequeñecimiento del bosque de Colomos y ahora también del Nixticuil. Lo que quiero decir es que es momento de pedir a quienes administran y llevan a cabo estas construcciones que los vean como proyectos, que estén cimentados en investigaciones.
