Leí en su edición 526 un artículo (Vuelo a la discriminación: el aterrizaje), donde el sr. Alejandro Anguiano expone que se quejó e iba a iniciar acciones legales contra una aerolínea. Sobre el particular, me parece correcto que la aerolínea no lo haya dejado abordar el avión en el que pretendía viajar.
Es claro que el señor, al estar ciego y andar sin acompañante, pone en un potencial peligro su vida y más aún la de los demás pasajeros. En caso de que la aeronave sufriera un percance grave, ¿cómo va atender las indicaciones de la sobrecargo, si no las puede ver? ¿Estaría en condiciones de abandonar la nave con la celeridad requerida, en caso de que sea necesario? ¿en el camino de cuántas personas se entrometería -y estorbaría- al no poder ver los peligros que se presenten? Sr. Anguiano: viaje acompañado.