La lectura de poesía que tuvo Raúl Zurita en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL) registró cupo lleno desde semanas antes de su arribo a la ciudad. “Es sorprendente”, dice el chileno con cierta sonrisa, como si no se diera cuenta o tratara de ocultar que es uno los poetas más influyentes de Latinoamérica.
Su presencia fue una de las más esperadas del Salón de la Poesía, abarrotada por lectores que deseaban escucharle leer algunos versos, aunque su voz sea cada vez más frágil.
Para el autor de Purgatorio, la poesía es “la Casandra del tiempo”, un género que ha quedado relegado y con “la maldición” de que está todo dicho.
“Casandra es un personaje griego que está condenada a saberlo todo, a verlo todo y a adivinarlo todo, pero nadie le hace caso. A la poesía nadie le hace caso”, asegura.
Quizá por eso quiso que sus versos quedaran inmortalizados más allá del papel. El cielo y el desierto fueron el espacio donde el poeta escribió en sus inicios. Fue una especie de performance heredado de su incursión en el Colectivo de Acciones de Arte, creado en Chile, en 1979, para “hacer arte público de gran formato, de resistencia a la dictadura militar”, recuerda.
“Mi Dios es hambre, mi dios es nieve, mi dios es no”, escribió en el cielo de Nueva York, en 1982: como parte del poema “La vida nueva” “pintó” —con el humo de cinco aviones— quince frases que sumaron de 7 a 9 kilómetros de largo.
Zurita encontró en la poesía no sólo una forma de crear, sino también de resistir, de protestar, de reflejar el paisaje y la realidad de su país, convulso por la feroz dictadura de Augusto Pinochet, luego del golpe de estado en 1973.
“En Chile la poesía es inseparable de los movimientos sociales”, dice en la entrevista que se desarrolla sentados en una improvisada sala del hotel donde se hospeda.
Anteparaíso e Inri son una muestra. En ellos Zurita convierte el asombro de los miles de asesinados y desaparecidos políticos de su país —que fueron arrojados al mar, el desierto y los volcanes— y la angustia de las madres que los buscan, en versos feroces.
“Un país de desaparecidos naufraga en el desierto. La proa de los paisajes muertos naufraga hundiéndose como la noche en las piedras”, escribió en un fragmento de Inri, un libro que califica como “una obra maestra” que no debió ser.
“Lo ideal es que ese poema nunca hubiera sido escrito, porque eso significaría que lo que sucedió nunca sucedió. Es un honor muy triste”, afirma con seriedad.
Zurita es empático con México y sus desaparecidos, saldo de la guerra contra el narcotráfico y la violencia que crece cada día.
“Yo pensé que lo peor era vivir en una dictadura, pero al menos en una dictadura los enemigos son visibles, los sabemos, en cambio en un Estado donde reina el narco no se sabe nada, el enemigo es invisible y puede llegar de cualquier lado y tú no sabes por qué”.
El escritor afirma sentir un amor y una cercanía especial por “México y su gente que han acogido a tantos extranjeros”. Y se dice sorprendido también de cómo este país ha afrontado temas como el de los centroamericanos que huyen de sus países y pasan por territorio mexicano para llegar a Estados Unidos.
“Me da mucha pena lo que está pasando con los hondureños, porque la migración va a ser el fenómeno del siglo XXI. Estados Unidos arruinó toda la agricultura de los países centroamericanos y son cada vez más pobres, y los mismos que lo provocan se niegan a recibirlos. La emigración es parte de la historia de la humanidad y van a ser cada vez más”, sentencia.
A sus sesenta y ocho años Zurita admite tener una especie de “frustración personal” por cómo ha evolucionado el mundo y su país natal que vive en democracia desde 1990 y en el que los gobiernos de derecha han alternado con los de izquierda.
“Nada de lo que yo creí cuando joven que iba a ser el mundo, es lo que ha sido el mundo; nada de lo que yo creí que iba a ser Chile después de la dictadura, es Chile después de la dictadura. Emergió un país egoísta, insolidario, preocupado solamente de uno, preocupado por gastar, un país que no amo. Tengo esperanza de que podamos reunirnos, juntarnos, abrazarnos y avanzar para luchar contra eso, pero el panorama es oscuro”.
El otro Zurita
Zurita presentó en la FIL Mar de piedras, un libro que reúne partes de trecientas entrevistas realizadas al autor en diversos medios de comunicación desde hace cuatro décadas, editado por el Fondo de Cultura Económica.
Las entrevistas fueron revisadas minuciosamente y compiladas a manera de biografía por el chileno Héctor Hernández Montecinos, su amigo y “poeta del futuro” como el mismo Zurita lo cataloga.
El autor de Anteparaíso cuenta que no quiso involucrarse en la obra hasta que estuvo terminada. Al leer el libro encontró a “otro Zurita” ajeno a él y le sorprendió “el panorama” que pudo ver de lo que ha sido su vida hasta ahora.
“Él (Héctor Hernández) lo hizo solo, yo nunca me metí, cuando lo vi armado me sorprendió, era como que me hubieran puesto a otro Raúl Zurita enfrente. El trabajo está hecho con cariño, con buena voluntad y con generosidad. Creo que conforma un panorama más o menos de lo que ha sido mi vida”, asegura.
En el libro, la voz de Zurita cuenta cómo su abuela materna le leyó por primera vez a Dante, autor fundamental para su literatura. El barrio santiaguino en el que creció, su gusto oculto por las matemáticas que ha utilizado para crear poemas —un gusto que compartía con el poeta Nicanor Parra—, la manera en que fue llevado por el mundo del arte y la literatura hasta su visión de la discriminación a los indígenas mapuches. Una diversidad de temáticas que tienen a la poesía como su hilo conductor.
El poeta habla despacio y quedito, le cuesta un poco vencer al tiempo, pero no por ello pierde su amabilidad y humor.
“Fue verme un poco desde afuera, lo encontré interesante. Yo no sabía que he sido más o menos consecuente con un pensamiento, con una idea del mundo y de las cosas, más o menos —ríe—, o al menos eso he tratado y eso se ve en ese libro”, expresa.
Leerse desde la mirada de otro, lo hizo reflexionar acerca de su poesía y la literatura, de cómo las concebía antes y ahora, de los poetas que lo rodean.
“En Chile hay notables poetas, hombres y mujeres, de mucha fuerza, grandes narradores, una cultura y un mundo cultural que se ha vuelto a unir contra la amenaza del fascismo”, considera.
La literatura de su país, dice, está en buen momento y se desarrolla “bien” pese al regreso al poder del gobierno de “derecha pinochetista más recalcitrante” del presidente Sebastián Piñera. Pero incluso en esta reflexión no se olvida de México:
“Se hace una gran poesía, pero nunca pudimos escribir un `México lindo y querido/si muero lejos de ti/que digan que estoy dormido/y que me traigan aquí. Si hubiéramos tenido esa canción, no hubiera sido necesario escribir ningún otro poema”, asegura con una sonrisa.