Respeto a la vida

    991

    Leí tu correo en el buzón del lector de Gaceta Universitaria, y me da gusto tu interés por no sacrificar animales, en este caso, ranas y perros, de manera innecesaria.
    La cuestión es más importante, ya que no hablamos de “material de laboratorio de fisiología” o de matraz, papelería, sustancias, etcétera, sino de “seres vivos” que sienten el dolor como una persona en su situación.
    El hecho de que haya, por desgracia, muchos animales abandonados en las calles, a consecuencia de que sus dueños, para deshacerse de ellos, optan por “tirarlos en colonias de la periferia, en pleno centro de la ciudad o en carreteras”, no nos da derecho, como “seres humanos”, para sacrificarlos de manera indiscriminada en nombre de la ciencia o el control sanitario, pues, de hecho, este “control sanitario” solo demuestra que no funciona.
    Más que otra cosa, falta educación en niños y adultos para que exista un respeto a toda forma de vida, además de inculcar un sentido de responsabilidad en quienes adquieren una mascota y aplicar (si es que existen), leyes de protección animal, con el objetivo de sancionar a las personas que abandonan a sus animales en las calles.
    La Universidad de Guadalajara, de la que soy egresada, está frente a una enorme oportunidad: brindar una educación integral que permita obtener mejores resultados en este problema de salud pública, mismo que involucra el respeto a la vida del mejor amigo del hombre.
    Sin embargo, creo que esto obligará a responder una pregunta necesaria: ¿somos el mejor amigo del perro?

    Leticia Olivo,
    egresada de la ex Facultad de Contaduría, UdeG.

    Artículo anteriorDiscriminación un mal generalizado
    Artículo siguienteEquipo de CUCEA gana estímulos