Ricardo Sigala

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La faceta de poeta del narrador Ricardo Sigala «salió del clóset» con la publicación de Domar quimeras, una compilación de poemas que vio la luz gracias a la coordinación editorial del Centro Universitario de los Lagos (CULagos).

Por primera ocasión, Sigala deja a un lado la narración, género por el que es conocido desde hace varias décadas, para adentrarse en versos que obligaron al autor a librar una batalla íntima para explorar cómo se construye la identidad.

El libro muestra también la influencia que Fernando Pessoa y Jorge Luis Borges han tenido en la identidad literaria del autor.

Aunque aún no hay fecha de presentación oficial, el poemario estará de venta en el stand de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL).

¿Cómo surgió este primer libro de poemas?
Para mí es una cosa extraña, porque nunca había publicado poesía; es mi primer libro en este género y es una especie de salida del clóset aunque desde siempre he sido un lector de poesía y también siempre he escrito para mí algunos versos. Estoy familiarizado con el género y me gusta mucho. Domar quimeras es un libro extraño en el sentido de que busca más que nada la introspección, donde la voz poética se revierte hacia sí misma y no es otra cosa que batallar interiormente en muchos aspectos de lo que podríamos llamar identidad.  Desde hace mucho tiempo he pensado que la identidad, la personalidad, etcétera es una especie de mito, entendido como una persona homogénea. Fui desde muy temprano lector de Pessoa y tuve muchos acercamientos a la idea del doble con Jorge Luis Borges, por lo tanto la idea de un sujeto múltiple al interior de sí mismo siempre me ha atraído y en este poemario hago ese ejercicio de explorar distintas facetas del sujeto, más bien inclinado un poco a lo oscuro, a lo gris. El libro de ninguna manera quiere ser una posibilidad de decir verdades trascendentes o no, o de revelaciones, por el contrario es un libro muy encerrado, muy íntimo y muy hacia dentro.

¿Cómo se dio la génesis del libro desde la producción poética en medio de una carrera que más bien había sido narrativa?
Yo he escrito poemas desde hace más de veinte años y de hecho, en este libro, aparecen algunos poemas antiguos que fueron escritos en la década de los noventa y el resto son poemas más cercanos, más contemporáneos. La idea del libro nace, creo yo, allá por 2012 escuchando el disco Bohemio de Andrés Calamaro, y la canción “Rehenes”: que tiene una metáfora que dice que un hombre es un campo de batalla. En esos mismos días estaba leyendo al poeta sueco Tomas Tranströmer y me encontré con la misma metáfora usada por él, me puse a investigar y me doy cuenta que había sido usada por Nietzsche en Así hablaba Zaratustra, y me enganché con esta imagen de que el hombre, el sujeto en sí mismo, no es un ser humano en el sentido tradicional, sino un campo de batalla en el que están distintas ideas, distintas fuerzas luchando y me dio la posibilidad de hacer este ejercicio. A partir de éstas ideas empecé a ir a algunos poemas para darle sentido a esta metáfora que fue el disparador, para darle continuidad a algunos textos antiguos y sumarlos a los más nuevos, de tal manera que el libro de poemas empieza con las experiencias positivas de los  sentidos, del cuerpo, de la carne, del espacio físico y del paisaje para después entrar en una experiencia del sueño y del mito; en una tercera parte entra a un debate interior en diferentes facetas como el amor, la creación, la religión, la idea de autodestrucción y, finalmente, la vuelta a la infancia.

¿Qué quimeras tuvo que domar Ricardo Sigala en este poemario?
No es un libro edificante ni aleccionador. Aquí hay ese juego un tanto políticamente incorrecto de tratar las quimeras que serían, en todo caso, estos valores dominantes o intocables como son el amor, Dios o la religión, el arte, el individuo mismo en relación consigo. Esos grandes valores buscan entrar en crisis en el ejercicio de la escritura, pues simplemente son quimeras, hay una imposibilidad de estos elementos al interior del texto usada no tanto en el sentido de explorar míticamente, sino más bien en el sentido del animal imposible que es el amor, la religión y la vida social, etcétera. Insisto que es un texto que no busca el aspecto social sino más bien un mirar hacia adentro, no en el camino de esa interiorización que te lleva al éxito o la iluminación, sino más bien a las cloacas del yo. Debo confesar que ese no era el plan, pero el texto se fue por ahí y funcionó de esa manera. A veces los textos se van por esos caminos que no se tenía pensado transitar… Nunca he sido un optimista tampoco, pero al ver un texto tan oscuro pensaba en qué tan importante era guardarlo o decidirse por la publicación y recordé una conversación con el doctor Carlos Fernando Vevia, cuando era estudiante de la carrera de Letras hispánicas y él decía que la gente de letras tiene en común con el plomero que ambos trabajan con las alcantarillas, con las cloacas, uno de la ciudad y otro las de la humanidad, y dije: «Entonces vale la pena y hay que seguirle por acá».

¿En qué momento te decides a publicar esos poemas que defines como oscuros?
Es un asunto bien circunstancial como casi siempre me ha pasado. Por una parte yo soy muy reacio a publicar, hay un pudor o inseguridad, no sé qué es lo que sea, hay una reticencia constante a querer publicar. En la FIL del año pasado conocí al rector del CULagos, Aristarco Regalado, en la presentación de un libro y en una conversación posterior me dijo que tenían su unidad editorial y que estaban trabajando muy bien y me invitó a participar enviándoles algún material. Yo justamente estaba trabajando en este texto y al cabo del trimestre de este año envié el material y hace unos meses me responden que el comité evaluador había aprobado la publicación del libro y se consolidó la propuesta.

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