Soy una estudiante preocupada por el tema de moda: estar delgada y adorar el cuerpo.
Esta obsesión por ser flaco es llamada trastornos de la conducta alimentaria (TCA), género que abarca a la anorexia y la bulimia nerviosa, y que alude a una convivencia patológica con el exceso de alimentos y el culto a ser delgados.
El desarrollo permite a los diferentes niveles sociales tener acceso a los medios de comunicación que promueven modelos culturales de delgadez, los cuales estimulan la idea de que el éxito en el salón de clases, con los amigos e incluso la aceptación familiar o encontrar trabajo, tiene como requisito una figura atractiva.
Los TCA aparecen con mayor frecuencia en personas de 12 a 18 años. Las cifras reportadas son alarmantes, sobre todo en mujeres adolescentes y jóvenes.
En Estados Unidos afectan a 1.2 millones de mujeres, pero en México, aparte de ser poco conocidos, constituyen un problema que la escuela, la sociedad y el sistema de salud esconden.
Esta apatía me empujó a investigar con un grupo de compañeros qué pasaba en la Preparatoria de Jalisco, donde estudiamos en 154 hombres y 128 mujeres el riesgo de desarrollar los TCA, por medio de un cuestionario especializado llamado EAT-26, que mide la tendencia a conductas alimentarias anormales, misma que en un momento específico y en ciertas condiciones, quizá genera estos trastornos.
Los resultados me dejaron asombrada. Encontré que el riesgo de TCA en los hombres fue de 10.39 por ciento, mientras que en las mujeres, de 20.31. Esperábamos hallar riesgo en el sector femenil, no en los varones.
Las cifras superan a lo encontrado en otros países, donde las adolescentes presentan un riesgo de ocho a 17 por ciento. Es de esperar que en la clase social alta sea mayor o que exista una filtración a los demás niveles socioeconómicos.
En la Preparatoria de Jalisco, asustados, hicimos nuestra pequeña campaña de información, apoyados por maestros, alumnos y directivos.
Lo anterior me condujo a pensar que necesitamos hacer más, que debemos tomar conciencia de que esta obsesión por estar delgados afecta a nuestra adolescencia, preocupaciones y expectativas.
El cuerpo debe ser cuidado, sin que esto sea sinónimo de delgadez. Somos más que un cuerpo y debemos contrarrestar la influencia de los medios de comunicación. Los jóvenes, a pesar de vernos sanos, delgados, joviales y sonrientes, somos un grupo de alto riesgo que requiere ayuda.
Blanca Mildred Vázquez Torres,
alumna de sexto semestre de la Preparatoria de Jalisco.