Actualmente en todo el país se llevan a cabo las Muestras Estatales de Teatro, proceso que habrá de culminar los primeros días de noviembre en la Ciudad de México con la celebración de la Muestra Nacional de Teatro. En Jalisco, durante la actual administración a punto de concluir, es posible reconocer los pasos que se han dado en materia de gestión a favor de la producción escénica, y si bien aún estamos lejos de concebir un gremio artístico con acceso a una vida digna, se percibe el fortalecimiento y/o formación de una comunidad escénica transgeneracional que ensaya formas de organización colectiva. Por otro lado, mientras la infraestructura cultural institucional crece en nuestra localidad y algunas otras ciudades, los espacios teatrales independientes siguen sin conseguir condiciones justas que favorezcan su permanencia, no digamos su prosperidad.
Hoy, que nos encontramos en la víspera de la celebración de la edición veintidós de la Muestra Estatal de Teatro, resulta prioritario discutir sobre la importancia que tienen los espacios independientes en los ámbitos de la creación artística y del encuentro comunitario.
“A la mierda el foro” es el título de la campaña con la que el Foro Shakespeare de la Ciudad de México cierra sus puertas. Este espacio independiente ubicado en la Colonia Condesa, una de las zonas con mayor oferta de entretenimiento y vida nocturna, entregará las instalaciones luego de un fuerte desgaste en infructuosas gestiones con las autoridades y también con los dueños del edificio que han ocupado desde 1983. El boom que hoy vive la Condesa en materia económica y cultural es resultado de iniciativas como la de Héctor Fuentes y Esther Grinberg, fundadores del Foro. Sin embargo, nada puede contra los intereses ciegos y depredadores de la industria inmobiliaria que tan bien ha sabido coludirse con la burocracia.
Itari Marta y Bruno Bichir, directores del espacio, viven la cuenta regresiva de un lugar que acogió a varias generaciones de creadores que compartieron propuestas escénicas muy diversas. El cierre definitivo será en octubre y mientras eso ocurre el foro invita a su público a despedir dignamente a un sitio que por más de treinta años fue punto de encuentro, no sólo de la gente de teatro, sino de una comunidad que pudo reunirse allí para reír y también para pensar el país.
El caso del Foro Shakespeare es apenas uno de entre cientos de historias que marcan la geografía de pueblos y ciudades mexicanas. Sin una figura legal que las respalde, las salas independientes de teatro se juegan su existencia de forma absolutamente injusta frente a políticas públicas incapaces de comprender la importancia social que poseen esos espacios. Mientras los reglamentos municipales empaten a estos centros culturales con la operación comercial que tienen los bares, seguiremos cercando una potencia fundamental para el desarrollo comunitario.
En Guadalajara hemos visto bajar la cortina de sitios emblemáticos como el Rojo Café, el Foro 323, Casa Inverso y la Casa Suspendida; espacios en los que no sólo se armaba una cartelera, sino donde también se gestaron trabajos escénicos con personalidad y arraigo. En todo el país hay una terrible ausencia de reglamentos que se ocupen de esta actividad social y económica. El discurso institucional apuesta por conceptos como “industrias culturales” mientras que sus prácticas de operación son ajenas a las dinámicas de producción artística.
Mientras en todo México se muestra una parte importante del teatro que cada región produce, la desaparición de espacios de creación y encuentro aumenta y pone en riesgo, entre otras cosas, su carácter independiente.