Una cátedra para un gran poeta

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Hugo Gutiérrez Vega era capaz de recitar textos de Garcilaso de la Vega o de Yevgeni Schwartz de memoria. De hablar de cine neorrealista italiano. Pero también de sentarse a comer en una fonda del mercado de Santa Cruz Atoyac y dedicarle una reseña a la sopa de coditos con espinacas.

Hombre generoso y sensible. Promotor de las letras y de pensamiento liberal, que cuando debía enarbolar causas era capaz de convertirse en un feroz opositor de sus adversarios, siempre con la fuerza de la palabra.

De este modo trazaron la figura del poeta y ensayista, Doctor Honoris causa por la Universidad de Guadalajara, durante la inauguración de la Cátedra de Poesía y Periodismo Cultural Hugo Gutiérrez Vega, “Una vida para la poesía; que incluyó además un homenaje a tres años de su partida”, realizado en el Paraninfo Enrique Díaz de León y convocado por la Coordinación de Innovación Educativa y Pregrado (CIEP).

“Hugo Gutiérrez Vega sabía que las palabras arden y el lenguaje quema, y que la entraña guarda las palabras no dichas, mientras se aprende por la gracia de la poesía, al escucharla a solas, al repetirla y manifestarla para interpretar de otra forma el mundo y construir una nueva mirada hacia el universo y hacia nosotros mismos”, dijo Jorge Souza Jaufred, coordinador de la Cátedra.

En momentos de su intervención, un nudo en la garganta impidió a Souza Jaufred continuar, sobre todo cuando recordó que la vida entera de Gutiérrez Vega fue como la escritura de un largo poema interminable.

“Esta Cátedra busca custodiar la obra y la memoria del poeta. Nos recordará que él, con sus palabras, ésas que le quemaban la boca, podemos ir más allá de los estrechos muros del lenguaje cotidiano para que se abra nuestro corazón y nuestro pensamiento hacia muchos y más equitativos derroteros”, añadió.

El rector del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH), Héctor Raul Solís Gadea, apuntó que Gutiérrez Vega desarrolló una relación fructífera con la Universidad de Guadalajara, no sólo con el CUCSH, sino con los centros universitario de los Altos (CUAltos), de los Lagos (CULagos) y del Sur (CUSur).

“Fue un incansable promotor del conocimiento, la lectura y la poesía. Un hombre extraordinario, entusiasta y generoso que llevó el conocimiento de las letras a la juventud estudiosa”, declaró.

Sopa de coditos con espinacas
Posterior al acto se realizó un panel de expertos sobre la vida y obra de Gutiérrez Vega, a tres años de su fallecimiento. En un breve mensaje videograbado, el escritor Fernando del Paso recordó la amistad de cincuenta años que lo unió con Gutiérrez Vega, a quien definió como “el gran poeta”. Gracias a él, rememoró, conoció la comida india.

“Yo, erróneamente, le decía comida hindú, pero él me enseñó que es india. Y es que hindú es una religión. Es como decir que comemos comida católica o protestante”, bromeó, arrancando las carcajadas de los presentes.

El jefe de redacción del suplemento La Jornada Semanal, Luis Tovar, recordó que Gutiérrez Vega era capaz de recitar poemas de memoria y hablar con erudición sobre diversos autores, pero también de sentarse a comer en una fonda, comida de tres tiempos, cerca de las instalaciones del periódico. Esa era su virtud como periodista cultural, que para él no había nada que no tuviera cabida en su espectro.

“Si un día ustedes van al Mercado de Santa Cruz Atoyac, en la Ciudad de México, van a ver cómo el dueño enmarcó un texto que Hugo publicó dedicado a la fonda, titulado Sopa de coditos con espinacas en el Mercado de Santa Cruz Atoyac. Él estaba fascinado que alguien como Hugo no sólo fuera a comer a su fonda, sino que haya publicado en un suplemento cultural una loa a la sopa de coditos con espinacas. Aquí se está hablando más de su poesía en verso, y no de su prosa”, describió Tovar.

Relató que Gutiérrez Vega hablaba de Garcilaso de la Vega o de Schwartz pero también de Chavela Vargas o de quesadillas. Estaba tan enamorado del puertoriqueño Luis Palés Matos como de José Alfredo Jiménez. Hablaba por igual de cultura popular como de los monstruos insoslayables de la literatura mundial.

“Lunes, martes y miércoles nos encontrábamos, comíamos cerca del periódico. Y no sabía nunca de que íbamos a hablar, pero lo que sí sabía es que la íbamos a pasar a toda madre. Que quizá hablaríamos de cine, porque le encantaba el cine y era un enamorado del neorrealismo italiano. Él iba al cine con Monsiváis y Pitol. O que hablaríamos  de teatro, que era una de sus pasiones. O también sabía que podía recitar un poema cada diez minutos de memoria. Cada encuentro con Hugo era, como él titulaba su columna, una oportunidad para ir de Asombro en Asombro”.

El poeta y ensayista Luis Vicente de Aguinaga, académico del Departamento de Lenguas de la Universidad de Guadalajara, hizo una analogía entre Eduardo Elizalde y Gutiérrez Vega, y otros autores, sobre todo porque ambos escribieron que el amor debe imponerse sobre la muerte.

El narrador Felipe Garrido, director adjunto de la Academia Mexicana de la Lengua, calificó a Gutiérrez Vega como un hombre elegante, un aristócrata capaz de recitar de memoria numerosos refranes.

“Hugo era un hombre atento, que cuando hacía falta se podía enojar, y esa capacidad de endurecerse era definitiva. Como rector de la Universidad de Querétaro, en cierto momento hizo frente a un movimiento de ultra derecha que parecía asolar a la universidad y supo mantener, con absoluta dignidad, la posición como rector y defensor del pensamiento liberal. De modo que ese caballero de ademanes y voz muy suaves, si hacía falta podía revestir sus galas teatrales y convertirse en un opositor férreo”, contó Garrido.

La presidenta del Seminario de Cultura Mexicana, Silvia Molina, describió a Gutiérrez Vega como un memorioso extraordinario, actor y director teatral con firme vocación, un catedrático riguroso, un periodista cultural apasionado, un diplomático fino y un conversador fascinante.

“Pero fue, sobre todo, un gran poeta”, remató.

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