Una realidad social y sin fronteras

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A fines del año pasado, Élmer Mendoza publicó la cuarta novela correspondiente a la saga del Zurdo Mendieta: Besar al detective (2015), misma que inició en 2008 con Balas de plata y siguió con Nombre de perro (2010) y La prueba del ácido (2012); aunque el autor se diera a conocer anteriormente con Un asesino solitario (1999), El amante de Janis Joplin (2001) y Efecto tequila (2005).

Cuando Élmer Mendoza obtiene el premio Tusquets de novela con Un asesino solitario, asumía —como él mismo me comenta— que había escrito una novela sobre el lenguaje, en contraste con sus editores que inmediatamente la enfocaron como una novela de la violencia, que construía la ficción de un intento fallido, en Culiacán, de magnicidio de Luis Donaldo Colosio. 

Hasta qué punto Mendoza no se visualizaba como un narrador del narcotráfico, lo muestran El amante de Janis Joplin y aún Efecto tequila que —dicho sea de paso— el autor escribió en respuesta a un reto recibido de un colega quien le espetó que en México no había novela policiaca.

Con Un asesino solitario, Elmer Mendoza concreta su búsqueda de veinte años: encontrar una voz literaria propia. La novela es un portento idiomático, pues traslada prodigiosamente el habla popular sinaloense que es ya también habla popular mexicana,  gracias al lugar cultural nacional que se ha ganado la figura simbólica del narco, pero también gracias a la confluencia de otras jergas procedentes del norte del país y del contacto con la lengua y cultura norteamericana.

Sin embargo, la búsqueda estilística y literaria de Élmer Mendoza, desde Balas de plata  ha sido acotada en la novela del narcotráfico y, particularmente, en la novela negra, que tiene el mérito de vender mucho, pero la desventaja de ser vista de reojo por las exquisiteces de una crítica literaria que sigue haciendo deslindes, intencionados o no, entre la alta y baja literatura.

Advertir esta eventualidad en la interpretación literaria de nuestros días es necesario si pretendemos abrir los ojos frente a una realidad social que no se cancela a fuerza de apartar la mirada o negar su existencia. Propongo, entonces, que la narrativa de Mendoza además de constituir una muestra del patrimonio lingüístico e histórico que es nuestra lengua mayormente hablada, el español, es también un testimonio social susceptible de explicar, a través de la ficción, una problemática que lacera nuestra cotidianeidad y que apela a la responsabilidad histórica de saber dónde estamos y cómo funcionamos.

Naturalizar la violencia no es un patrimonio de México, ni de Colombia, ni de Latinoamérica, naturalizar la violencia es un legado del neoliberalismo que tiende a vaciar la vida hasta dejarla sin sentido y hacerla girar sólo alrededor del eje financiero. Por ello, Édgar, el Zurdo Mendieta, el protagonista de la referida saga, es un judicial melancólico, pero decidido, egresado de la licenciatura en letras hispánicas, que requiere del alcohol y del psicoanalista para encajar en un entorno que lo somete poco a poco. Mendieta parece ser la voz del último de los humanistas, pretende ser fiel a un idealismo que se desvanece ante la debilidad de las instituciones y la avaricia del dinero fácil. Su heroicidad está en la veracidad de su fracaso, que simultáneamente refleja el fracaso de un proyecto social no sólo local, sino global, en el que la vida del espíritu no tiene valor y se despierta la descarnada voracidad de lo primitivo.

El escritor Élmer Mendoza parece haber sido sólo fiel a la imaginación de un personaje y a la cotidianeidad y oralidad de su región. Sin embargo y precisamente porque no es su objetivo, la razón histórica y social de alto espectro aparece, en su obra, con fuerza y contundencia. De ahí que la recreación de Culiacán, de Sinaloa, de México, que el autor hace, prometa mucho al ser analizada. Su obra es un ojo de efectos concéntricos replicantes, cada vez mayores, que abarca una realidad social sin fronteras.

* Patricia Córdova Abundis. Doctora en filología hispánica con especialidad en lingüística por la Universidad de Córdoba, España. Ha publicado investigaciones sobre sociolingüística aplicada al texto literario, análisis de la oralidad en la literatura y análisis del discurso literario y periodístico. Actualmente es coordinadora del Corpus Sociolingüístico de Guadalajara, adscrito al Proyecto de Estudios Sociolingüísticos de Español en España y América (PRESEEA) y es jefa del Departamento de Letras del cucsh.

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