A la sombra del poder

835

La primera dama es una figura simbólica, creada para responder a las necesidades de la cultura y el mercado. Es una construcción que materializa la idea predominante que existe en cada momento histórico sobre lo que es una mujer, de acuerdo con lo que la sociedad quisiera de ésta. Se espera que encarne lo que la sociedad quiere de sí misma, afirma la historiadora Sara Sefchovich en su libro La suerte de la consorte, que edita Océano.
Sara Sefchovich relata en su libro la vida, mentalidad y costumbres de las esposas de los gobernantes de Nueva España y México, desde el siglo XVI hasta la actualidad. Al ser productos de su época, la autora escribe sobre la historia de las mujeres, así como sus transformaciones. El libro toca temas como la instrucción femenina y la evolución que ha tenido.

Las instruidas
En el siglo XIX, las esposas de los presidentes de la república eran mujeres sin ninguna instrucción, pero a finales de la centuria surgen figuras como Laura Mantecón Arteaga y Carmen Romero Rubio y Castelló.
La primera fue esposa de Manuel González, presidente de México (1880-1884). Ella tuvo una esmerada educación. Tenía una excelente ortografía, cosa rara entonces dentro del ámbito femenino. Después de entablar una demanda de divorcio, estudió medicina en Nueva York. En 1891 obtuvo el título y hasta empezó a ejercer.
Carmen Romero Rubio y Castelló, esposa de Porfirio Díaz, dominaba los idiomas inglés y francés, la música y el canto, además de ejecutar delicadas labores de aguja, como el bordado. Era, según las concepciones de la época, una cumplida señorita.
Los cambios en la educación de las mujeres de clase alta y media son producto de las transformaciones que hubo en la sociedad mexicana después de obtenida su independencia de España (1821).
Una vez que los liberales conquistan el poder, ponen énfasis en la instrucción. “Ellas llegan a ser las más importantes lectoras de todo el país, dato que todavía es vigente. Somos las mujeres las que más libros leemos”, enfatizó la investigadora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en entrevista durante la pasada Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Una activista
Luego, Sara Pérez Romero, esposa de Francisco I. Madero, se caracterizaría por ser diferente de las tradicionales mujeres mexicanas. “No fue ama de casa, no fue madre de familia. Como escribe Aurelio de los Reyes, ella abandona ovillo y aguja, escoba y trapeador y se lanza a la calle para conseguir sus derechos”.
Sefchovich sostiene que entonces muchas mujeres salieron del hogar y fundaban clubes políticos, organizaban manifestaciones callejeras para apoyar demandas y hasta se lanzaban a la huelga.
La esposa de Madero no era pasiva, como las damas que encontró la emperatriz Carlota mientras duró el Segundo Imperio (1864-1867). “A la esposa de Maximiliano le molestaba que fueran tan flojas, que se levantaran tan tarde y comieran todo el día”.

Las virreinas
En cuanto a las virreinas, las hubo instruidas, como Leonor de Carreto, esposa de Antonio ílvaro Sebastián de Toledo Molina y Salazar, marqués de Mancera, virrey de Nueva España entre 1664 y 1673, así como María Luisa Gonzaga y Manrique de Lara, esposa de Tomás Antonio de la Cerda y Aragón, marqués de la Laguna y conde de Paredes, que llegó en 1681. Las dos eran amantes de las letras. Ellas no son representativas de la sociedad mexicana.
“Llegaron de Europa y vivieron en Nueva España mientras duraron sus maridos como gobernantes. Son resultado de los cambios en Europa”.
En Europa, al concluir la Edad Media, que fue oscura en términos de instrucción y de cultura, se respiraron los nuevos aires del Renacimiento y se abre el mundo. “Se quitan los arneses de acero, se ponen trajes de seda agradables. Van a conciertos, leen libros, escriben poesía.”
Las dos virreinas llegaron a Nueva España cuando vivía sor Juana Inés de la Cruz. La relación que la décima musa estableció con ellas, le permitió dedicarse a estudiar y a escribir en el convento. Incluso, gracias a María Luisa Gonzaga, las obras de la monja Jerónima fueron publicadas en Madrid.

Obra censurada
De La suerte de la consorte se han vendido 100 mil ejemplares. Es ya referente histórico en universidades de México y el extranjero.
La suerte de la consorte es resultado de una investigación de la cual salió una versión más ligera en 1982, titulada Las primeras damas. Esta fue censurada por el secretario de Educación Pública. “Los argumentos eran que de la vida privada de los presidentes no podía hablarse y porque no podía hacerse una historia de México que incluyera también a los conservadores”.
Para Sara Sefchovich, la prohibición fue un aliciente que la llevó a realizar un estudio más a fondo, dado a conocer a finales de los noventa.

Artículo anteriorResultados Preliminares del Programa de Estímulos Económicos a Estudiantes Sobresalientes
Artículo siguienteCentro Universitario de Tonalá