Trabajar en el área COVID-19 de la Unidad Doctor Juan I. Menchaca del Hospital Civil de Guadalajara (HCG) es desgastante, difícil pero también reconfortante. Para tal cometido es necesario tener vocación de servicio, humanismo y profesionalismo, como es el caso de los profesionales de la psicología que auxilian a los pacientes con esta enfermedad, los escuchan y acompañan emocionalmente.
En entrevista para Gaceta UDG profesionales de la salud que laboran en dicho nosocomio compartieron sus experiencias, quienes, a pesar de la incomodidad que les implica portar trajes especiales, buscan abonar al bienestar de las personas con COVID-19.
En un fin de semana fallecieron siete
“Recuerdo con claridad un lunes que regresé a trabajar, revisé el sistema para ver cómo estaban evolucionando mis pacientes. Yo había visto diez, y ese fin de semana habían fallecido siete. Fue muy impactante para mí. Para esas situaciones nadie está preparado, aunque intentamos estarlo porque sabemos que es algo común, pero aun así nos pega”, afirma Minia Montserrat Aguilera Hernández.
“En otra ocasión nos tocó ayudar a una paciente que iba a morir. Ella se despidió de su familia. Fue una experiencia relativamente agradable porque la veíamos tan tranquila, pero a la vez desgarrante al escuchar a los hijos que lloraban. Aunque tratábamos de contenerlos a través de la videollamada, era complicado.
«Muchas crisis fueron por la impotencia o frustración de no poder hacer algo más a favor de la gente”.
“Este año inicié terapia psicológica porque sentía que la situación me estaba rebasando. Busqué ayuda por fuera, ya que los compañeros colegas cargan con situaciones similares. La terapia me sirvió para recargar la pila para seguirle”.
Desgaste por empatía
“Los casos más difíciles son de parejas de marido y mujer, y uno se va primero que el otro. El hecho de acompañarlos y presenciar las angustias de uno y otro me ha costado”, externa Jorge Luis Macías Toscano, especialista en psicología clínica.
Describe que hay pacientes que enfrentan muchas carencias, como las afectivas y económicas, y con la pandemia se hacen más evidentes. “Es como una lupa que nos hace ver los dolores de las personas. El problema es ¿Qué hacer? Yo trato de enfocarme en lo que sí puedo hacer, en el acompañamiento que puedo brindar. Si tuvo mi paciente un momento de tranquilidad, de reflexión, si se pudo desahogar por lo menos es un granito frente al cúmulo de dificultades. Pienso:
Lo que pueda aportar hoy, aunque no va a resolverlo todo, por lo menos irá abonando al bienestar de la persona que visite. Ese ha sido uno de mis retos”.
Confiesa que ha necesitado psicólogo: “Mucho del apoyo que he tenido es de mis compañeros. Afortunadamente hemos hecho un grupo de apoyo para escucharnos, y una psicóloga externa de la Ciudad de México nos ha dado sesiones de terapia grupal”.
Lamentable que no quieran vacunarse
Soledad Aldana Aguiñaga destacó que hay pacientes que enfermaron, pero no se han vacunado, y en ellos hay una sensación fuerte de lamento por algo que tenían que hacer y no lo hicieron. Ellos se culpan.
“Este martes vimos una señora de ochenta años que no se vacunó porque no tenía CURP, ni acta de nacimiento, y eso para nosotros como profesionales constituye también un sufrimiento extra. Antes no había vacuna, y pensábamos: tenía que enfermar porque está la pandemia, y ahora hay alguien grave y se va a morir porque no se vacunó pudiendo hacerlo, es muy lamentable para ellos y nosotros que lo estamos viviendo”.
“Una pareja joven, de 36 y 34 años, murieron hace unos días en distintas alas de piso. No se vacunaron porque no creían en las vacunas, y eso a nosotros nos frustra mucho”.
Las incomodidades físicas
A los factores emocionales se suman las incomodidades físicas: los psicólogos tienen que usar un traje quirúrgico, encima ponerse otro desechable, la siguiente capa es una bata que cubre los brazos y deja descubiertas las manos con la parte abierta hacia la espalda. Usan, además, un par de guantes que corren por debajo de la bata, luego un segundo par de guantes que corren por encima de la bata. Se utilizan cintas para que peguen a la bata, y después un tercer par de guantes, describe Macías Toscano.
En la cara usan un tapaboca KN 95, unos googles o lentes protectores, un gorro y una careta.
“Desde que nos ponemos todas esas capas empezamos a sudar. Muchas veces tenemos que lavar los googles con una solución especial y así ponérnoslos, ya que se pueden empañar con el sudor y la respiración. Muchas veces hemos tenido que trabajar con el paciente a medio ver”, añadió Soledad Aldana Aguiñaga.
Destacó que los psicólogos que trabajan en el área COVID-19 no pueden optar por desvestirse mientras trabajan, ya que ello implica contaminarse, y agregó que no es aconsejable comer o tomar agua antes de entrar a trabajar, ya que es mejor evitar ir al baño por los riesgos que implica quitarse las capas protectoras.
“Cuando sé que voy a subir al área COVID-19 no desayuno, como algo ligero, como una manzana o fruta. Ya en el área de trabajo, a veces es tanta la sed que se antoja el agua que llevan los pacientes. Pienso: “Qué ganas de darle un trago, pero no se puede”.