Actuar responsablemente «sin comandante a bordo»

Consentimiento informado, la nueva normalidad y sus retos, los desafíos de la ciencia y la información ante la pandemia de COVID-19, son algunos de los temas que integrantes de la Maestría en Bioética de la UdeG nos propusieron cada viernes en estas colaboraciones

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Ana Cristina Ramírez Barreto*

En su celebrado artículo «La pandemia y el sistema-mundo», Ignacio Ramonet describía así la situación a abril de este año:

“A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de ‘hecho social total’, en el sentido de que convulsa el conjunto de las relaciones sociales y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores […] El planeta descubre, estupefacto, que no hay comandante a bordo… Desacreditada por su complicidad estructural con las multinacionales farmacéuticas (2), la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ha carecido de suficiente autoridad para asumir, como le correspondía, la conducción de la lucha global contra la nueva plaga«.

La falta de autoridad última e infalible (“comandante a bordo”) es precisamente la circunstancia que hace de la bioética no sólo una piedra de toque indispensable para calibrar el valor de líneas de acción a seguir, sino el terreno donde propiamente se encuentran los agentes y dialogan, atendiendo a evidencias y a mejores prácticas probadas.

No existe un mando al que se le deba obediencia sin examinar sus razonamientos, sin revisar sus particulares intereses, sin ponderación de un bien global y responsabilidad local.

Sin embargo, aunque las organizaciones mundiales no ocupen el puesto de “comandante a bordo” sí se han constituido como faros que iluminan senderos viables, porque recogen las diversas experiencias que las naciones están aportando.

Una doble injusticia ocurre cuando se debilita el financiamiento a la Organización Mundial de la Salud (OMS) por parte de las naciones miembros de la ONU —caso de Estados Unidos de Norteamérica— y encima se hacen especulaciones conspiracionistas que la desacreditan por recibir financiamiento de particulares como la Fundación Bill y Melinda Gates.

Otro ejemplo de esta injusticia hacia la instancia que orienta con buena información proviene de achatar en una sola dimensión temporal eventos que están distanciados por años. Así, Ramonet sostiene su dicho sobre la complicidad de la OMS con las multinacionales farmacéuticas en la información que aporta, con toda autoridad, Germán Velásquez en una entrevista hecha hace cuatro años (“Han privatizado la OMS, la financiación privada condiciona sus decisiones”, 2016). Velásquez creó la Unidad de Economía de la Salud y Financiación de los Medicamentos de la OMS y llegó a ser Director del Secretariado de la misma para la Salud Pública, la Innovación y la Propiedad Intelectual. Sabe de lo que habla.

Pero Velásquez es también el autor que dos años después, en mayo de 2018, saluda con entusiasmo la elección del Dr. Tedros: “Anteriormente, el director general era elegido por un pequeño número de países, con frecuencia dominados por las grandes potencias industriales. Pero el año pasado fue elegido por voto directo de los 192 países que componen la organización. Esta designación abre una oportunidad para que la OMS reoriente su atención en los problemas de salud de las poblaciones más necesitadas del planeta».

Velásquez citaba directamente palabras del Dr. Tedros: «Los pacientes deben siempre ir antes que las patentes«. La socialización global del conocimiento sobre tratamientos y vacunas debe seguir un criterio de Bien Público y no de Comercio y protección a las ganancias de farmacéuticas o de política “normal”.

La falta de comandante a bordo no es uno más dentro de los muchos males que esta pandemia nos ha traído. La OMS y la ONU están llamando a emplear no la obediencia sino la buena información y la observación a circunstancias locales en un urgente cambio civilizatorio que centre a las sociedades humanas en la salud, la paz y la solidaridad en el sentido más amplio y radical posible.

*Profesora investigadora en la Facultad de Filosofía, UMSNH, y de la Maestría en Bioética de la UdeG

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