La relevancia de los territorios que la cultura wixárika considera sagrados no se limita a esta comunidad, sino que es un tema que involucra a otros sectores de la población; además de que su preservación puede impactar de forma positiva en el entorno ambiental, estimó Diana Negrín da Silva, investigadora del Centro Maria Sibylla Merian de Estudios Latinoamericanos Avanzados (CALAS), adscrito al Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades (CUCSH).
En su conferencia “Espacialidades decoloniales para la conservación, restauración y rearticulación del territorio wixárika”, Negrín da Silva compartió los avances de sus estudios en los que analiza las iniciativas ecológicas y culturales con las que se busca restaurar y conservar sitios representativos de esta cultura, en especial el Área Natural Protegida de Wirikuta.
“Este territorio es bastante interesante no sólo por su historia y mitologías, sino también por las amenazas que existen a lo largo y ancho del territorio, así como las oportunidades y alianzas que se han creado y recreado”, detalló Negrín da Silva, geógrafa, curadora y actual fellow del CALAS.
Destacó que estas acciones de preservación del territorio son de integrantes de la comunidad wixárika, pero también son impulsadas por ejidatarios de la zona y por activistas e investigadores que se involucran en resolver las problemáticas ambientales.
Además de Wirikuta, el pueblo originario de los wixáritari tiene otros cuatro puntos ceremoniales en los estados de Jalisco, Nayarit, Durango y San Luis Potosí, compartió Negrín da Silva; sin embargo, mencionó que estos territorios sagrados tienen características sociales, económicas y políticas que pueden complicar su preservación y cuidado.
Por ejemplo, explicó que uno de estos puntos es Xapawiyemeta, localizado en la Isla de los Alacranes, en el Lago de Chapala, donde se encuentran sitios ceremoniales para esta cultura, pero que han sufrido problemáticas ambientales como el cambio de uso de suelo o la contaminación en las cuencas que desembocan en este cuerpo de agua.
“Haramaratsie se encuentra en San Blas, Nayarit, y ahí también el desafío principal ha sido el turismo y la protección de la zona donde van a peregrinar los wixáritari. Hauxamanaka está localizado en Durango, ahí los conflictos están ligados al avance del narcotráfico”, subrayó.
Trabajar con los involucrados
Luego de trabajar con comunidades wixárikas en Jalisco y Nayarit, Negrín da Silva recolectó las experiencias de los pueblos originarios en la defensa de sus territorios sagrados, pero también conoció las acciones que otros grupos, como los ejidatarios, llevan a cabo para minimizar el daño ambiental en esas áreas.
“La diversidad étnica va de la mano con la biodiversidad ecológica».
«y sabemos que ante la crisis climática es extremadamente importante comprender cómo los pueblos originarios entienden estos territorios y su defensoría”, informó la investigadora.
Detalló que después de su trabajo de campo conoció la perspectiva de las comunidades y ejidatarios, quienes son los más involucrados en el cuidado de las áreas verdes. Entre ellos encontró casos de éxito que podrían replicarse, como ocurrió en la Sierra de Catorce, en Villa de Guadalupe.
En ese caso los ejidatarios trabajaron de cerca con la comunidad wixárika para evitar el avance de un tiradero de residuos industriales en esa área. Mientras que en San Luis Potosí se logró cancelar la construcción de la Presa de la Maroma, un proyecto que contemplaba dotar de agua a las industrias mineras que explotan la zona.
Dijo que otra de las problemáticas que enfrentan estos territorios sagrados es el consumo excesivo de peyote por turistas. Mencionó que esta actividad vulnera el estado de las cactáceas, impactando en el ecosistema y en los rituales ceremoniales que forman parte de la comunidad wixárika de la región.
“Es importante resaltar esta unión de voces. Para mí, este proyecto se trata de esta articulación de ideas y propuestas de estos ejidatarios mestizos y el pueblo wixárika”, concluyó Negrín da Silva.