Entrevisté a Víctor Manuel Pazarín a finales de enero de 1997. Presento a continuación un tema de los que predominaron en la conversación: Arreola, un taller continuo; libro en que exalumnos hablan del Taller Literario coordinado por Juan José Arreola y que según los investigadores literarios fue el primero en México.
El libro tuvo un adelanto. Se publicó una plaqueta con el título Retrato a cuatro voces (Arreola y los talleres literarios) (1994), editada por la Universidad de Guadalajara.
(La entrevista completa se publicó en Ágora del Diario de Colima el 9 de marzo de 1997).
“Este libro fue para mí una escuela. Es mi primer libro. Lo hice con muchas dificultades y tuve que llenar lagunas culturales; gracias a este trabajo las logré salvar y las sigo salvando. La primera entrevista que realicé fue a Vicente Leñero, alguien para mí inentrevistable, difícil, porque tiene un trabajo muy importante como periodista y, sin embargo, fue uno de los momentos más interesantes que definieron mi actitud para este trabajo. Lo entrevisté aquí en Guadalajara y él quedó muy satisfecho. Esa noticia me llegó a través de cuartas personas y eso me dio más gusto porque dijo que yo era un magnífico entrevistador. Cosa que sinceramente yo no sabía. Ese dato para mí fue fundamental, una motivación para seguir haciendo el trabajo y después de ahí todo fue marchando más cómodamente, ya que sentí mucha seguridad. Se me quitó el miedo de enfrentarme a Juan José Arreola, que siempre lo rehuí de algún modo.
El comentario de Leñero fue algo que me empujó a trabajar con todo el rigor posible. Trabajar este proyecto dio como resultado el concretizar este libro que ahora considero importante, no tanto porque yo lo haya hecho, sino por las voces incluidas y porque es un estudio insólito en este país sobre el trabajo de Arreola y los primeros talleres literarios. Es algo que no se había hecho y ahora ya está, aunque de algún modo no esté muy difundido.
Aparte de la entrevista con Arreola, ¿cuál fue la más difícil?
Con Aura. Él estaba renuente. Nunca quiso colaborar del todo. Incluso me dijo: “Ya no digo más”. Estuve acorralándolo a lo que era de mi interés. Por supuesto que contestó todo lo que me interesaba, sin embargo, él resolvió terminar la entrevista diciéndome: “Aquí le paramos. A ver de qué le sirve esto”. Otra entrevista difícil fue con Elsa Cross. Yo siempre he manifestado cariño (bueno, en mi interior) por Elsa Cross y conocerla personalmente en su casa fue muy emocionante, valga la palabra. Después descubrí que por eso había sido muy difícil. Y se lo dije a ella.
¿Y la más cálida?
Con Víctor Villela. Él es un poeta que yo había leído en el suplemento Sábado del unomásuno, y en un libro de poesía publicado hace muchos años en Era. Lo busqué con mucho entusiasmo porque tiene un hermoso nombre como poeta: Víctor Villela, muy francés, muy ¿siglo XVII? Nos vimos en Sanborns Lafragua en la Ciudad de México; desayunamos, conversamos, todo de una manera muy amistosa. De él salió entregarme una “villanela” inédita de Juan José Arreola; ahí alude a él en una relación de amistad entre ambos. La incluí a manera de coda en la entrevista.
¿Por qué está incluido Orso Arreola?
Orso está ahí por la parte sentimental que tengo. Yo soy el culpable, pero doy gracias a esa culpa. Creo que parte de las enseñanzas de Arreola deben estar en su familia, y lo que dice Orso ahí (que por cierto no me parece una entrevista importante), es útil para mí como lector y coordinador de ese libro porque representa la parte personal, íntima, casera, de Juan José.
Uno se pregunta: por qué Orso y no Elena Poniatowska, por ejemplo…
Elena Poniatowska fue la segunda escritora que busqué, vía telefónica, para entrevistarla. Es una persona infinitamente amable y con gran amabilidad me dijo que no quería saber nada de Juan José Arreola. No le interesaba nada hablar de él. Esa es la razón de su ausencia.
Por otras razones hubo otros escritores imposibles de entrevistar, lo fueron y lo siguen siendo. Uno de ellos es Carlos Fuentes. Él es un testigo de ese taller y es el grande que no está. Y bueno, digámoslo así: soy un escritor de provincia —en sentido geográfico—y para el escritor que yo era en aquella época, con dificultades económicas que me impedían efectuar viajes al extranjero, era prácticamente imposible localizarlo. Ahora Fuentes viene seguido a Guadalajara, y se le podría abordar con mayor facilidad. Quién sabe si acepte hablar sobre el asunto.
La entrevista.
La entrevista es el género que más se cultiva en los diarios. Se ha llegado al facilismo que ahora permite a cualquiera realizarla y mandarla a publicación en un santiamén. El lector en general nunca descubre el trabajo que requiere preparar una entrevista. Simplemente dice: “Ah, entrevistaste a Carlos Fuentes”. “Ah, entrevistaste a Fernando del Paso”. Nunca ven tu trabajo. La entrevista tiene la virtud de que el entrevistador desaparece y queda el entrevistado como personaje principal; ahí el importante es el entrevistado. Es un trabajo de talacha que se tiene que leer —como yo para poder realizar Arreola, un taller continuo— unos doscientos libros. Jorge Arturo Ojeda me dijo, cuando nos vimos en la Ciudad de México: “¿Ya me leyó usted?”. Yo le mencioné siete libros de él. Esa fue la entrada para que conversáramos como amigos.