Las conductas de riesgo en adolescentes están relacionadas con aspectos hormonales, además de las experiencias personales y familiares, afirmó Julieta Ramos-Loyo, investigadora del Instituto de Neurociencias, del Centro Universitario de Ciencias Biológicas y Agropecuarias (CUCBA), durante su participación en el ciclo de conferencias Neurociencias en la Educación, organizado por el Centro Universitario de Tonalá (CUTonalá).
“Los niveles de testosterona son importantes en la conducta agresiva e impulsiva; por ejemplo, en el caso de las personas encarceladas, se cometen más actos delictivos en personas con mayores niveles de esta hormona; esto es algo biológico”, dijo en la conferencia “Regulación de la conducta y las emociones en la adolescencia. Diferencias sexuales”.
Recordó que la adolescencia es una etapa crítica y caótica tanto en la conducta como en la actividad cerebral, pues el cerebro está en formación y respondiendo al medio ambiente, en especial a los efectos de las hormonas, y eso promueve una serie de cambios; además de que hay procesos cognitivos que están en proceso de maduración.
En esta etapa se presenta un cambio en relación con las autoridades y la figura paterna, y hay una necesidad de identificarse con los pares, que pasan a tener una influencia determinante en la conducta y emociones de las y los jóvenes.
Indicó que los adolescentes son más vulnerables a tomar decisiones que ponen en riesgo su integridad cuando se encuentran frente a otros adolescentes que cuando se encuentran solos o en compañía de adultos.
Uno de los aspectos importantes son los cambios hormonales, que propician una mayor energía y agresión e impulsividad para los varones, y estados de depresión y ansiedad en las mujeres, debido a que hay una activación de las estructuras cerebrales, particularmente, la amígdala.
“Todo esto lleva al incremento de conductas de riesgo, como puede ser la experimentación con alcohol y otras sustancias; accidentes automovilísticos, tendencias suicidas y mayor prevalencia de desórdenes afectivos. Una de las características es la búsqueda de sensaciones”, indicó Ramos-Loyo.
De acuerdo con un estudio realizado en adultos y adolescentes de preparatoria, en el que se tomaron imágenes radiológicas al cerebro, se demuestra que ante estímulos placenteros les cuesta lograr la inhibición y necesitan activar más recursos cerebrales para lograr realizarla.
Explicó que, de acuerdo con la investigación, quienes dicen tener baja regulación de la conducta tienen más rasgos de Trastorno de Déficit de Atención y les cuesta más trabajo inhibir conductas de riesgo. En el caso de las mujeres, tienen mayor número de inhibiciones correctas que los hombres y más tiempo de respuesta que ellos, lo que tiene que ver con la impulsividad.
Ramos-Loyo recomendó a los especialistas y personas que dirigen grupos de adolescentes a tomar en consideración que estos procesos inhibitorios podrían tener problemas de conducta y en la toma de decisiones cuando están con compañeros, principalmente entre los varones.
“Es importante considerar las diferencias individuales, esto tiene que ver con la maduración de la corteza prefrontal, y ésta se puede promover a partir de la experiencia propia y la educación, que pone límites claros y promueve la tolerancia a la frustración y el esfuerzo”, señaló la especialista.