En memoria del ensayista y poeta Ramiro Aguirre, hace poco fallecido (1960-2020), retomamos algunos fragmentos sobre Augusto Monterroso de su obra El hilo negro, 2010, Guadalajara, Jal., La zonámbula. Edición: Miguel García Ascencio.
Descendiente de familias acomodadas, vino al mundo tan pequeño y sin gracia, que sus padres dudaron si viviría. Pasó su niñez en haciendas situadas en parajes rurales entre Honduras y Guatemala, así como en las capitales de ambos países. […] Nació en territorio de Honduras, pero fue registrado en la ciudad de Guatemala.
[…] Como testigos en la boda de sus padres habían firmado un expresidente y un futuro presidente de Honduras, por el lado materno; por el paterno, ameritados juristas y militares con antecedentes en los movimientos de independencia.
[…] Inocente y enfermizo, jugaba con los hijos de las empleadas domésticas, de ascendencia indígena o negra. No se explicaba el por qué las madres de los otros niños eran quienes hacían el trabajo en la casa y no su madre o tías.
[…] En la casa del centro histórico de Tegucigalpa donde nació el escritor, el padre había instalado una imprenta. Los sonidos de las máquinas al trabajar, los olores de la tinta, la composición de las cajas con los tipos móviles, fueron experiencias que nunca lo dejaron.
[…] Su formación fue autodidacta, pues nunca gustó de la escuela: carecía de fortaleza para dar la lección ante el maestro y frente a sus compañeros; cuando debió hacerlo, su timidez lo hizo caer en crisis de nerviosismo y malestares estomacales. Incapaz de concluir la educación primaria, recibió lecciones de música en su casa.
Estuvo en contacto con el arte, y ello fue modelando en él la afición por la lectura, la expresión escrita y la traducción. Su padre organizaba reuniones a las que asistían músicos, toreros, poetas, actores, periodistas, políticos. Un tío suyo y un hermano mayor eran cantantes de ópera. Aprendió de memoria poemas de Leconte de Lisle y Albert Samain.
[…] La madre le dio a leer Las mil y una noches, Gil de Santillana, Cyrano de Bergerac. Después de la cena, cuando la oscuridad lo invadía todo, en familia escuchaban discos de Enrico Caruso.
[…] Sin dinero, y habiendo más que agotado el de su mujer en inviables empresas editoriales, en los veinte el padre se desempeñaba como gerente de un cine en Tegucigalpa. […] Una de las grandes experiencias que despertaron su imaginación, fue ver películas desde la parte posterior del lienzo en que se proyectaban. […]
El padre era periodista, impresor, crítico, músico, bohemio y alcohólico moderado; con facilidad se metía en serias actividades de trabajo, como en los más retorcidos e irrealizables planes de triunfo. […]
La figura de Rubén Darío estimuló al futuro escritor. Las maravillas que hacía con el lenguaje eran un gran atractivo y nadie podía sustraerse a su influjo. […]
En las reuniones de su padre había tomado conciencia de que todos los que se dedicaban a alguna actividad artística o relacionada con el espíritu, vivían en la pobreza y la marginación; pero también veía que esa gente estaba viva y poseía un contacto directo, abarcador, con todas las cosas. […] Fue lo que en última instancia lo empujó a desear convertirse en escritor y a luchar para lograrlo.
[…] Acaso orillado por la imagen del padre que era de tal nacionalidad, siempre se asumió guatemalteco. Nacer en Honduras, haber sido registrado en Guatemala y radicar en México no le generaba ningún conflicto:
“Miro a mi alrededor, recuerdo, y todo es lo mismo. Sí, por algo no casual, mi prójimo de aquí es escritor, es muy parecido al de allá”.
Algunas obras de Augusto Monterroso
─ Literatura y vida, Alfaguara, México, D. F., 2004.
─ Los buscadores de oro, Alfaguara, México, D. F., 1993.
─ Monterroso por él mismo, Alfaguara, México, D. F., 2003.