En esta época de estruendos verbales, la suavidad de la prosa de Azorín es un escándalo. Fluye como un río viejo que nunca abandona su cauce. Es una voz que nunca se incendia. Es un ritmo que ganó su nobleza por sus variadas lecturas. ¿Cuáles? Es una buena pregunta, de cuya respuesta sobresalen Leopardi, Garcilaso, Cervantes y Fray Luis. La lista puede agrandarse si se agregan los clásicos redivivos que es un título de su casi centenar de libros publicados.
Los libros de José Martínez Ruiz, Azorín (Monóvar, Alicante, 8 de junio de 1873–Madrid, 2 de marzo de 1967), ya no se editan como antaño. Como una rareza se encuentran en las librerías de viejo; son algunos títulos que ni de broma pueden aspirar a la totalidad. Ahí están, serenos, en espera de su lector.
Para Azorín escribir es comunicar: ese es el estilo. Una prosa que no comunica, barroca, es una escritura que falla en su esencial objetivo. Así todas las palabras deben de ser comprensibles (cabe recordar que Azorín fue toda su vida periodista) sin embargo, en variados textos utiliza arcaísmos, pocos, quizá en un trabajo de rescate, y esto hace que el uso del diccionario sea imprescindible al leerlo.
Para Azorín el estilo es: “La sencillez, la dificilísima sencillez, es una cuestión de método. Haced lo siguiente y habréis alcanzado de un golpe el gran estilo: colocad una cosa después de otra. Nada más; esto es todo”. Con la salvedad de los arcaísmos, se puede decir que para Azorín, el escribir, describir, es que la redacción lleve al pensamiento sin detenerse en las palabras.
Cada texto de Azorín está en deuda con la pintura. Ahí sucede. Todo está como en espera del lector; es una característica de su estilo. Las palabras están pensadas y utilizadas, tal parece, más como colores y menos como letras. En su libro La Voluntad escribió: “…para mí el paisaje es el grado más alto del arte literario…”.
La profesora argentina Erly Danieri realizó una sucinta antología con textos de Azorín con el título Visión de España (1941), para utilizarla como lecturas para Educación Media en Argentina. “Mi gratitud a la distinguida educadora”, afirmó Azorín en el prólogo. La obra escrita de Azorín también fue recomendada a escritores. Vicente Leñero, en su artículo “Azorín en el metro”, recuerda una prestigiada recomendación: “De ocho a diez de la mañana, todos los días, Torrente Ballester nos conversaba una clase apasionante sobre la generación del 98: Unamuno, Valle-Inclán, los Machado, Pío Baroja, Azorín. Sobre todo Azorín. Torrente Ballester sabía contagiar su entusiasmo y nos instaba a leer al académico para que descubriéramos las ventajas del punto y seguido, para que aprendiéramos el arte de la precisión, para que entendiéramos que el sujeto y el verbo son el corazón de la frase”.
El estilo y la lectura fueron dos preocupaciones de Azorín. En muchos de sus libros se encuentran opiniones sobre estos temas. La editorial Aguilar publicó el libro El artista y el estilo (1976), en donde se reúne una variedad de textos, una antología, se puede decir. En el preámbulo del libro “ACCIÓN DE GRACIAS”, Azorín sostiene: “…no se escribe como se quiere, sino como se puede;…” De ese libro se comparten los siguientes cuasi aforismos sobre el estilo:
“Poner una cosa después de la otra y no mirar a los lados. Escolio: hay que escribir directamente; es superfluo todo lo que dificulte la marcha del pensamiento escrito. No entretenerse. Escolio: no amplificar; es propio de oradores el desenvolver con prolijidad un tema. Si un sustantivo necesita de un adjetivo, no le carguemos con dos. El emparejamiento de adjetivos indica esterilidad de pensamiento. El mayor enemigo del estilo es la lentitud. Escolio: no hay estilo lento que pueda perdurar; … Nuestra mayor amiga es la elipsis. Escolio: no le tengamos miedo a la elipsis, es decir a la abreviación violenta. Dos cualidades tienen los vocablos: una de ellas es el color. Escolio: el color de los vocablos hace referencia a su novedad o su ranciedad; …La otra cualidad de los vocablos es el movimiento. Escolio: entramos con esto en el núcleo de lo que es el estilo. El estilo es el movimiento. Y el movimiento lo da la colocación de los vocablos, la construcción, la sintaxis.”
Azorín escribió textos sobre escritores clásicos con un lenguaje claro, digamos al margen de los textos escritos por especialistas. Vargas Llosa sostuvo en su discurso Las discretas ficciones de Azorín, ante la Real Academia de la Lengua Española (1996): “Nadie trabajó tanto ni mejor que el maestro Azorín, en sus crónicas cotidianas, para acercar a los clásicos al hombre y la mujer ‘del común’…”.
En sus últimas horas del 2 de marzo, el ARCHIVO ABC sostiene que exclamó: “¡Ay, cuánto tarda en llegar la muerte!”.