Polémico hasta los huesos fue Bernard Shaw. Siempre, por sus ironías, en la nota principal. Era de un cuerpo más que delgado. Exhibía su alimentación vegetariana por sus carnes enjutas y el caminar saludable. Consideraba que la humanidad carnívora era esclava de ese tipo de alimentación. “El motor de combustión interna nos ha librado de la esclavitud del caballo; y me gustaría ver que la mazorca de maíz nos librase de nuestra esclavitud a la vaca”, fue una de sus tantas opiniones.
Un reportero le preguntó por su autodefinición. Shaw contestó: “Soy soltero, irlandés, protestante, vegetariano, mentiroso, charlatán, socialista, aficionado a la música”. Se ha dicho que después de Shakespeare sigue George Bernard Shaw (Dublín, 26 de julio de 1856—Ayot St. Lawrence, Reino Unido; 2 de noviembre de 1950). Quizá esta sentencia hizo que Rodolfo Usigli escribiera: “Londres era la ciudad donde, a falta de Shakespeare, podría yo conocer a George Bernard Shaw”.
Las traducciones de la obra de Shaw son imprecisas por varias razones. Una de ellas es, al decir de Pedro Enríquez Ureña en Repertorio Americano (1936): “…por solidaridad con sus amigos socialistas, les concedió los derechos de traducción de sus obras al francés y al español, sin reparar en que no eran ellos los más indicados para la tarea, porque no son hombres de letras”. Sin embargo, en el mismo texto citado reconoce que al español hay dos versiones inmejorables: la del argentino Mariano de Vedia y Mitre que hizo para El héroe y sus azañas (Arms and the man) y la del mexicano Antonio Castro Leal para Vencidos (Overruled).
A manera de ejemplo, la obra Pigmalión utiliza palabras de la jerga cockney usada en una zona de Londres; y es difícil encontrar los similares al español. En palabras precisas de Alfonso Reyes: “En el Pigmalión de Bernard Shaw no hay adaptación posible, porque el asunto no corresponde a la vida española; y, por otra parte, la entonación del habla cockney es parte integrante del asunto”.
En el prefacio a la anterior obra citada, Shaw escribe: “El reformador que hoy le haría falta a Inglaterra es un enérgico y entusiástico conocedor de fonética”. Estudioso de esta rama de la lingüística, resalta ahí la importancia del correcto lenguaje. Pigmalión es una versión libre de la historia del rey chipriota Pigmalión y Galatea. Shaw lleva a escena a una vendedora de flores (Elisa Doolitle), bella, que posee un terrible vocabulario. Un especialista de fonética (Enrique Higgins) la adopta y la corrige para hacerla pasar como una dama de sociedad. A la contraria del mito, el maestro de fonética no se enamora de ella como es de esperar. Es ella, convertida en una fría dama de sociedad, quien se interesa por su instructor.
En 1925 recibió el Premio Nobel de Literatura. En 1939 ganó un Oscar por Pigmalión (1938), en la categoría de Mejor Guion Adaptado.
El poeta Ernesto Flores invitaba a leer Santa Juana en su casa de Guadalajara. Acomodados en la sala y con la ayuda de una disco LP, la puesta en escena iba transcurriendo con las acotaciones de Flores. Él resaltaba la sagacidad de la protagonista frente a los prejuicios del hombre de esa época y la importancia del idioma en la unidad de un país.
En las obras de Shaw se destaca lo importante que le era demostrar una tesis. El enseñar, el exponer, está siempre presente.
El 11 de marzo de 1936 estuvo Shaw de paso por Guadalajara. Llegó, junto con otros excursionistas, en ferrocarril procedente de Mazatlán. Visitaron la Catedral, Santa Mónica, el mercado Corona, el Teatro Degollado, Tlaquepaque, el Museo y Palacio de Gobierno. Por la tarde partieron rumbo a la Ciudad de México. En Youtube está un brevísimo video que da fe de la visita de Shaw a la ahora CDMX.
Mi bella dama (My fair Lady), la versión musical de Alan Lener basada en el Pigmalión, se presentó en Guadalajara en el Teatro Degollado el 12 de marzo de 1959. En esa representación se resaltó el costo del vestuario que ascendió a un millón de pesos y la actuación de Manolo Fábregas en el papel de Higgins. Al hablar de My fair Lady (1964), es recordar la actuación de Audrey Hepburn en el papel principal. “Es un encanto que no conoceré nunca más”, sostuvo la actriz.
Otras obras de mencionar de Shaw al español son Trata de blancas, Matrimonio desigual y El carro de manzanas.
Por doquier brotan las frases célebres de Bernard Shaw. Se puede decir que es más leído en sus citas que en sus libros. Para cerrar este texto, se utiliza una de ellas: “La vida iguala a todos los hombres. La muerte, destaca a los eminentes”.