Su más reciente reconocimiento está en boca de todos, pues con «palabras rudas pero también hermosas» llevó a las librerías del mundo una historia que también es una ventana a la realidad de muchas mujeres trans en Argentina; pero que podría ser la misma en otros rincones del mundo.
Camila Sosa Villada es la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz de este año, que otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), por su libro Las malas. Hasta ahí todo parece jubiloso para ella: los aprendizajes, el reconocimiento, hasta el premio en efectivo.
Y es que después de dar un paso más en la lucha por la visibilidad y respeto de quienes son miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ –en este caso más para las letras ‘T’–, Camila afirma que aún hay mucho por recorrer y eso lo reafirma tras recibir ciertos cuestionamientos sobre su obra.
¿Qué tipo de retroalimentación o comentarios te han dado tras el anuncio del premio y sobre el libro Las malas?
En Argentina, el movimiento LGTB+ está viviendo su mejor momento; yo estoy en contacto con diversas organizaciones y no he recibo retroalimentaciones sobre lo que he dicho; no hay una intención de crítica ni destructiva ni constructiva de parte del movimiento. Lo que sí me transmiten muchísimo es cariño, tanto mis amigas travestis, mis amigas maricas, las lesbianas; todas me hacen saber que les gusta lo que escribo, que les gusta lo que está pasando con Las malas, con el premio.
Quienes se encargan de hacer las críticas, por lo general, son las personas heterosexuales y cisgénero. Sobre lo que más se cuelgan y que encuentran motivo para preguntar si algunas situaciones de la historia fueron reales. (Lo entiendo), pues es debido al perfil que podría tener Las malas como autobiografía.
Eso me molesta, el hecho de que me pregunten constantemente si algo de lo que sucedió en el libro fue cierto o no lo fue: ¿esto cómo se lo tomaron tus padres? ¿Eso que pasó aquí fue real?
La verdad es que no estoy en eso, no me hago esas preguntas, no lo pensé cuando lo escribía.
Me da la sensación de que ellos necesitan explicarse cómo es que una travesti llega a ser tan leída, si no es dando de sí misma toda su carne, poniendo toda su sangre y carne a la vista de todos.
Y eso me ofende un poco, pues siempre me tengo que estar preparando para decirles: «mira, yo en eso no estoy, me estoy preguntando otras cosas».
Por supuesto, para que ocurra eso colabora muchísimo el prologo del libro, porque pretende desmenuzar una verdad con cierto morbo; el prólogo pone esa trampa a andar al lector.
Me pasa que lejos de yo estar respondiendo preguntas sobre el libro, ¡estoy respondiendo preguntas sobre el prólogo!
Entonces estoy en esa batalla por defender mi propia ficción y el derecho de poner la realidad al servicio de esa ficción.
¿Qué tiene que ocurrir para que esos lectores vean el fondo del tema?
La batalla sigue siendo cultural para las travestis (palabra que en Argentina se utiliza para denostar a la comunidad trans, pero que Camila ha apropiado para visibilizar la causa).
En Argentina seguimos estando en una disputa que tiene que ver con el lenguaje, con los tipos de saberes que reproducimos las travestis a lo largo de la vida.
Las malas tiene la repercusión que tiene gracias al movimiento de escritoras en Argentina, quienes se han puesto a escribir y ahora están entreteniendo a la gente en el confinamiento.
Estamos en la misma lucha con las mujeres, pero las travestis tenemos menos herramientas aún. Morimos muy jóvenes, con un promedio de vida de 35, tan bajo.
Incluso hay quienes están en situación de analfabetismo porque muchas de ellas no terminan la secundaria o la primaria debido a que son echadas de sus casas. Son adolescentes de 16 años que comienzan a prostituirse, que no tienen tiempo de leer ni escribir.
¿Consideras que Las malas abre un camino más para la visibilización de la comunidad trans?
Pienso que el contenido de Las malas no es tan importante como lo que está sucediendo con el libro.
El hecho de que las trans que están naciendo en este momento se encuentren con que ya no es un destino para ellas la miseria o que ya no es un destino la pobreza o la prostitución, como lo heredábamos nosotras cuando éramos adolescentes.
Yo me crié pensando que lo único que podíamos ser era prostitutas y muchos años propagué ese pensamiento, hasta que me di cuenta que la alternativa podía ser dejar una herencia a las que van naciendo de alegría y una manera de vivir que no tenía que ver con lo que yo había aprendido.
Que hoy las niñas trans y adolescentes sepan tan solo del libro, y que ni siquiera tengan que leerlo, pues debe ser un follón tener que volver a leer las tristezas y amarguras que nosotras hemos vivido en nuestra juventud; no sé si sea tan interesante leerlas como saber que sí está ocurriendo esto.
Que se sepa que hay travestis biólogas, psicólogas, otras que están trabajando en archivos sobre nuestro pasado, otras que escriben, que son cantantes, filósofas, sociólogas. Es importante saber que hay alternativas.
¿Qué es lo que te deja con una sonrisa después de todo lo que ha pasado con el libro?
Bueno… el dinero ¡Claro que sí! (suelta una risa), pero también esta cosa fortuita y azarosa de mi vida, pues yo escribí este libro sin ninguna ambición; yo sólo empecé a escribir y el libro fue pidiéndome cosas.
De manera que la confirmación de que la ausencia de planes es un motivo de alegría, por lo general todas las cosas maravillosas que me han pasado han sido sorpresa.
También me deja una sonrisa esa cierta inteligencia mía de darme cuenta de que fue sabio no haberme puesto metas y no haberme (comprado una idea) con respecto a la vocación de lo que uno debe hacer con su vida, a cómo se tiene que habitar un cuerpo.
También mi familia, pareja, mis amigos. Igual me hace sonreír la recepción por parte de la gente que me dio el premio, pues son personas que admiraba desde que era adolescente.
El jurado ha tenido coraje, una valía para darle el premio a una mujer trans, justo cuando está a discusión de que si somos mujeres o no, que nos estamos peleando con el machismo o con las feministas TERF para que dejen de matarnos con sus palabras.
Haber sido travesti y prostituta siendo muy joven en una ciudad me ha dado a entender que la belleza puede ser aterradora también.
Yo estoy de acuerdo con el jurado lo que dice sobre mi libro, creo que no puede ser más acertado; también creo que la rudeza y la belleza sí pueden convivir: las cosas más hermosas de la naturaleza, pienso quizá en las tormentas, en un animal defendiéndose, en los partos, la muerte de las especies.