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Zacoalco aún duerme. Es el momento de la aurora; de muy lejos llega el presentimiento de la luz. Acá, en el corral del vecino su gallo canta. Llega el uber. El reloj marca las seis y media de la mañana de este diez de diciembre. Y hace frío.
2
En Techaluta nos sorprende el alba. A un lado de la carretera la laguna seca, por el otro la negrura verde de la Sierra de Tapalpa. La torre de la iglesia se acicala con las primeras luces. A lo lejos, como un tenue cono al revés luce el volcán de nieve, ahora llamado El Colima.
3
Entramos a Sayula. Sus limpias calles realzan la arquitectura de la ciudad. Mujeres presurosas, envueltas en sacos, gorros y suéteres caminan presurosas a quien sabe dónde. “Las que iban a misa ya se acabaron”, me dice la voz del corazón.
4
Rumbo a San Gabriel. Sube la carretera. Abajo el paisaje ocre de la laguna seca. Azul de tan lejos se miran los cerros de la Sierra del Tigre. Seguimos subiendo. Los pinos de Apango anuncian otro paisaje. Un cielo claro ampara nuestro viaje.
5
“—Mire usted —me dice el arriero, deteniéndose—: ¿Ve aquella loma que parece vejiga de puerco? Pues detrasito de ella está la Media Luna…” (Rulfo, Juan. Pedro Páramo). Las letras del maestrísimo inundan El Mirador, puesto a la entrada del valle de San Gabriel.
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San Gabriel. La tierra de Juan Rulfo, del Cristo Señor de la Misericordia y del cantante José Mojica: “…Júrame,/ que aunque pase mucho tiempo/ pensarás en el momento/ en que yo te conocí…” («Júrame». María Grever). Me siento seco. Se impone un tequila pero son apenas las ocho de la mañana.
Desayunamos en Casa Grande unos chilaquiles crujientes y crocantes (al oírlos y al gustarlos) en salsa verde acompañados de un café de olla. Estamos en el portal. De reojo miro el monumento dedicado en Honor a los Héroes. Un sobrerrelieve recuerda a los Niños Héroes. Ahí está enterrado el zacoalquense Antonio Romero con la leyenda: “Soldado de la Independencia Nacional”.
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El templo está cerrado. “Quedó cuarteado por el sismo”, aclara el cronista de San Gabriel. “Por seguridad, sólo unas cuantas personas pueden ingresar”. Agrega.
8
Pasamos La Guadalupe. A lo lejos “Los Comalitos”, dos volcanes apagados que apuntan como ojos cegatos al cielo. Allá Telcampana y su volcán, también apagado. Más delante Cuatro Caminos. Nombres extraños para nosotros indican que ya andamos por otro rumbo: Totolimixpa, La Croix, Apulco. Llega el recuerdo: «Hace años venimos a Apulco. Al término llegamos por unos tacos de chicharrón con don Martín, a la orilla del río. Alegres, el mariachito ‘Los Cuatro Animales’ tocaba el son El Jabalí de Nabor Rosales Araiza: ‘Andándome yo paseando/ por la Hacienda del Jazmín/ que por estar yo almorzando/ se me fue mi jabalí…’”
9
Pasando Tonaya el paisaje empieza a cambiar. Los árboles escasean y los arbustos abundan. La mirada se pierde entre la bruma por el calor que sube y apenas son las diez de la mañana. Sí, estamos cruzando el Llano Grande, esa costra de tierra que dio temas a Rulfo para escribir El llano en llamas.
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Un verdor nos recibe. Son cañaverales. El Llano quedó atrás. En el crucero leemos: “Bienvenidos a El Limón”.
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El Grullo. Un inmenso violín asombra a las visitas. Damos ahí vuelta a la izquierda. Nuestro destino es la Casa de la Cultura. Los cronistas este año ahí se reúnen para presentar sus investigaciones, libros y para saludar a los amigos.
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Plaza principal de El Grullo. ¡Qué ven mis ojos! El kiosco es parecido al de Guadalajara. Las Musas con los senos desnudos los relucen con la luz del sol. Ellas, serenas, dejan pasar el tiempo (y los comentarios).
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Deluxe la Presidencia Municipal. Es el orgullo vuelto arquitectura. Un neoclásico al cien. Se antoja que salga el Papa para dar su bendición.
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El templo parroquial está dedicado a la Virgen de Guadalupe. Ella, la aparecida, está ubicada en lo alto del altar mayor. Un marco en hoja de oro la custodia. Todo el altar es de estilo neogótico con tres arcos trilobulados. El manifestador es una orfebrería que recuerda al rococó francés.
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A comer. Por recomendación de los cronistas de Zapotlán y de San Gabriel fuimos al Camichín. Llegamos, el futbol a lo grande. Pedimos sopa de mariscos, caldo de pescado, verduras al vapor y sopa de arroz blanco. Agua de tamarindo y una cheve. Inglaterra y Francia se enfrentan por la semifinal. Minuto setenta y nueve. Penal a favor de Inglaterra. Los comensales guardamos silencio. Kane tira y manda el balón hasta el público. Acá todos gritamos de incredulidad.
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El regreso. El sol empieza a caer y pinta de otro color el camino: otro paisaje nos espera. Nos despedimos recordando a Chente cantando «El Jalisciense»: “Es muy bonito Jalisco/ ahí por El Grullo y Autlán…”