En la búsqueda de originalidad, de propuestas frescas y con nuevas historias, los realizadores pueden encontrarse perdidos, envueltos en sus ideas y las formas de poder decirlo todo. Megalópolis de Francis Ford Coppola (El Padrino) es definitivamente un relato diferente, con simbolismo, complejidad y varias capas de subtexto que, según el propio director, beben de una intensa preparación filosófica y sociológica que conllevó años de trabajo.

Megalópolis es una cinta que se pierde en un mar de ideas, propuestas, mensajes, personajes y subtramas que son callejones sin salida y tropiezos en ocasiones absurdos, pero también es la maestría y la experiencia de un realizador que conoce perfectamente su oficio, con planos sublimes, escenas que si bien inconexas son poderosas estética y narrativamente. 

La trama es la de un héroe que cae de su posición para recuperar lo que en realidad es importante en su vida, con Adam Driver (Star wars)  como protagonista compartiendo pantalla con verdaderas leyendas para conformar un casting de lujo.

La película no es perfecta y tiene muchos errores, pero Coppola apuesta por algo diferente y yo siempre estaré a favor de la búsqueda de originalidad.